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ATP Tour

Alcaraz Se Reimpulsa Con El Título De Montecarlo

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Venía Carlos Alcaraz de un tramo complicado, sin ganar ningún trofeo de relumbrón desde Wimbledon y con la inevitable presencia de las dudas, eternas compañeras de viaje, así que le sabe a gloria este primer bocado en Montecarlo, el segundo de la temporada tras el de Róterdam, el sexto en un Masters 1000, el decimoctavo de su carrera en la élite; abandona a Àlex Corretja y apunta ahora con decisión a Carlos Moyà (20). Feos los últimos fotogramas de este domingo, porque el motor muscular de Lorenzo Musetti se ha roto y todo lo que acontece en el tercer set no merece análisis. Deambulante ya, el italiano apenas puede caminar y el duelo se cierra con un 3-6, 6-1 y 6-0, después de 1h 47m. “No me gusta terminar así, espero que no sea nada grave”, lamenta el ganador, el más joven que triunfa en el torneo de la Costa Azul desde que lo hiciera Rafael Nadal con 21 años en 2008; unido ya al mallorquín (11), Ferrero (2), Bruguera (2), Moyà (1) y Orantes (1) en el historial.

Éxito y, por fin, felicidad para él, dado que en los últimos tiempos no había terminado de conseguir eso que tanto repite y que tanto necesita, de pasárselo bien compitiendo. “Ha sido un torneo difícil y con situaciones complicadas, así que estoy orgulloso de cómo las he resuelto”, explica, habiendo desbancado al alemán Alexander Zverev en el segundo escalón del ranking gracias a este último laurel. “Venía de un mes complicado dentro y fuera de la pista después de lo de Miami [donde fue eliminado a la primera por el veterano David Goffin]. Ha sido difícil gestionarlo y enforcarme en lo verdaderamente importante, pero el haber podido solventar esos problemas me pone supercontento. Hacía tiempo que no disfrutaba como esta semana, así que ahora tengo ganas de seguir”, agrega antes de alzar el trofeo y de disipar, ahora sí, esa incertidumbre que revoloteaba a su alrededor por haberse ido de manos vacías de la gira norteamericana.

Pero ha vuelto la tierra, el tenis está en Europa y él asoma con fuerza. No ha sido un torneo resplandeciente en términos de juego, pero, al fin y al cabo, Alcaraz ha impuesto de entrada jerarquía en una superficie de la que ha ido adueñándose conforme llegó el declive de Nadal. Ya hay huellas suyas en Umag, Buenos Aires, Río, Barcelona (2), Madrid (2) y por supuesto Roland Garros, y añade ahora esta pisada en Montecarlo, terreno de prestigio. Los grandes terrícolas vencieron aquí (Nastase, Borg, Vilas, Wilander, Muster, Kuerten…) y hoy hace cumbre él, después de una semana de giros y rectificaciones, de ir enmendándose sobre la marcha. Llegaba a la final con un promedio de errores elevado (33), pero ahí está el mantra al que se agarra siempre: si está ahí es para ganarlas, 78% de acierto. Tan solo ha cedido cinco, pero en las de mayor relevancia rara vez falla; acaso Cincinnati, pero entonces hizo frente a toda la grandiosidad de Novak Djokovic.

Musetti, cabizbajo durante la final.

No escapa esta final al desarrollo de toda la semana, al tenis excesivamente curvilíneo y demasiado oscilante de Alcaraz; sin continuidad, atravesando valles llenos de esqueletos. Apenas han transcurrido cinco juegos y su casillero de errores ya refleja 12, todos ellos cometidos después de un inicio esperanzador, con break arriba. Pintaba bien la cosa, pero se ha torcido de inmediato. El mismo guion de estos días en los que el murciano he tenido que navegar por aguas revueltas de forma constante, sin tregua ni respiro, pisando unos cuantos charcos por eso de quererlo todo rápido y ya, ahora o nada; obligado a apagar fuegos con demasiada frecuencia. Dicen unos cuantos expertos que debería aprender a aburrirse, a eso de pasar bolas durante las horas que haga falta, pero lo anuncia él mismo en la docuserie que enseguida llegará al catálogo de Netflix: A mi manera. Aprenderá y se pausará, pero Alcaraz es Alcaraz. Con todo lo que ello conlleva. Es decir, tenis al límite.

Cuatro horas de diferencia

Guerrea durante todo el primer parcial con prisas y la mirilla desviada, al tiempo que Musetti, el Adonis pulido en las canteras de Carrara, empieza a desplegar la fabulosa combinación que persigue desde hace tiempo: lo estético y lo efectivo, lo artístico y lo competitivo. “No quiero ser el chico guapo que no sabe sufrir”. De entrada, con poquito extrae mucho, pero luego va poniéndolo todo de su parte, sin dejarse impresionar y tirando reveses y derechas deliciosas. Cada vez que se invierte, Alcaraz sabe que va a tener problemas. Le busca el español el reverso a un mano, pero ni por esas da con el buen camino. Resiste el italiano y va creciéndose, del 0-1 adverso al 4-1, y a la hora de cerrar dibuja un muñecazo liftado de fantasía, muy de Alcaraz en realidad. En tiempos de escasez imaginativa, de lo físico y lo frenético, reunir a estos dos virgueros parece una de las opciones más sugerentes; dos ferraris, sí, pero con ingenio abundante al volante.

Hasta aquí, inmejorable escenario para Musetti. Sin embargo, al italiano le caen de golpe encima los cinco partidos que ha disputado en las rondas previas, como si le hubieran lanzado un yunque de mil kilos desde lo alto del peñasco. Se le complica todo. Las cuatro remontadas acumuladas —solo Berrettini no le obligó a un tercer set— empiezan a pesarle demasiado en las piernas y los hombros, y lo que hasta hace nada era poesía se convierte ahora en penitencia, cinco a cero para Alcaraz en un abrir de ojos. Al murciano le está costando entrar en calor, pero conforme modera el ímpetu y adopta una disposición más sosegada va obteniendo réditos. Si no hay regalos, la historia cambia. Al de enfrente le cuesta un mundo llegar bien a la pelota y a él le basta con arriesgar menos y ponerlas dentro para abrir trecho con facilidad. Aquí no hay misterios: la tierra batida premia a los trabajadores. “No hay prisa, ¿eh? ¡Estate ahí, todo el rato ahí!”, le deslizan desde el banquillo.

Alcaraz devuelve de forma acrobática.

Se desliza y caza a bote pronto la bola que ya caía, y a continuación despacha un pasante de revés cruzado que corta el aire y precede a una intentona estéril de Musetti al final. Señor punto y dedo a la oreja: este soy yo, Montecarlo. Ya ha caído el segundo set en sus manos y el mar está muy bravo, con las nubes amenazando todo el rato con descargar y aguar la fiesta, pero mantiene el temple porque así debe ser; ahora sí, como tantas otras veces, parece que la final está esencialmente en su mano. La gana o la pierde él. Al adversario, fundido, le pesan hasta las pestañas y le duele el cuádriceps, la inserción del psoas, se mueve como buenamente puede. Esto es, malamente. Está reventado. Invirtió 11h 31m en las estaciones previas —casi cuatro más que el nuevo campeón— y lo poco que le quedaba se ha quedado en el primer acto del partido, así que poco más que hacer de ahí al desenlace. Triste la resolución, pero así es el deporte.

Le masajean y lo intenta, por eso de no abandonar, de ser elegante, pero apenas puede trotar y ya vacío, tal vez roto, se entrega con disgusto. Llega así la primera coronación de Alcaraz en el Principado, otro objetivo tachado del mapa histórico. Necesitaba el murciano de un golpe de timón y llega aquí y ahora, con la tierra batida como plataforma para retomar el impulso. Insistía él en la calma y se cumple: no perdía la fe.

“SI NO GANAS, LA GENTE HABLA MUCHO”

A. C.

Confiaba Alcaraz en revertir la situación y así sucede, aunque insiste en que su rendimiento hasta ahora no había sido malo. Números en mano, ahora mismo suma 710 puntos más que el año pasado a estas alturas y próximamente en Barcelona, adonde se trasladará de inmediato porque debutará el martes, ante un jugador de la fase clasificatoria, puede reforzar la progresión al no haber participado en la última edición.

“Cuando no ganas partidos o torneos, la gente habla mucho y no debo hacer caso a eso”, introduce en la sala de conferencias, donde añade que no tenía la sensación de tener que demostrar nada; “pero me he dado cuenta de que no debo estar pendiente de eso, sino centrarme en mí mismo. Este último mes he aprendido que debo pensar en mí, en mi equipo, mi familia y mis amigos, nada más; gane o pierda, debo ser feliz en la pista”. 

Dice el campeón que el ranking “ya no es una prioridad” y que se queda con una frase de Samuel López, el técnico que le ha guiado en esta última experiencia: “Me dijo y, tal vez haya sido la clave, que tengo que enfrentarme a las dificultades. Tengo que enfrentarme a ellas, no evitarlas, ni preocuparme ni tenerles miedo, sino hacerles frente. Cuando te das cuenta de eso, vas por el buen camino”.

El éxito en Montecarlo le devuelve a la segunda posición de la lista de la ATP, que le arrebató Zverev a finales de noviembre. La diferencia entre ambos es muy reducida (125 puntos) y mientras uno competirá en el Godó, el otro lo hará en Múnich.

El que no podrá jugar en Pedralbes será Musetti, a la espera de lo que reflejen pruebas para conocer el alcance de su lesión. Hasta ese momento había ofrecido su “mejor tenis”, pero llegó el contratiempo y la alfombra roja para Alcaraz. “Tiene aura. Si hubiese estado al cien por cien, quizá hubiera podido mantener esa energía del primer set, que es lo que necesitas para jugar contra Carlos. Espero cobrarme la revancha”.

ATP 500

El Brazo De Rune Quiebra A Alcaraz Y Conquista El Godó

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Ruge ahí abajo un vikingo: Yeeeeeessss!!! Y lo lamenta sentado en la silla Carlos Alcaraz, desenlace fallido para él en el Godó. Chof general: 7-6(8) y 6-2, en 1h 37m. Adiós al tercer título, festeja esta vez el danés, rostro aniñado y azote de Hércules. Látigo para dar y regalar. Hasta la desgracia del español, motor roto este, 10 partidos en 12 días, lo merecía. Impresionante partido el suyo. Se pregunta la grada qué hubiera pasado de no haber surgido el contratiempo, el fallo físico de la pierna derecha del murciano al poco de haber comenzado el segundo set, pero hasta ahí, instante en el que saltaba la alarma, el campeón, cinco títulos en la ATP, ha reunido sobrados méritos para coronarse por primera vez en Barcelona. Extraordinarios días los de Rune, también cosecha de 2003, y resignado final de torneo para el español.

No se unirá aún en el palmarés a Orantes, Emerson y Wilander. Cae del puesto dos al tres, ya que el alemán Alexander Zverev ha triunfado en paralelo en Múnich. Y se dirige a los presentes con pena. Deporte y sufrimiento, los percances. Lo inevitable. Parte del juego. “Ha sido una semana muy intensa y dos semanas de no parar, de tener cada día una exigencia al máximo. Hoy no ha podido ser, he dado todo lo que tenía”, dice. “Me voy con la cabeza alta y orgulloso. Esto es superexigente, cada día hay que dar el cien por cien, y eso es lo difícil”, aportará luego. Después, al ganador le tiembla la voz, todavía sin excesiva experiencia en el protocolo y recuperando la memoria, porque eran ya dos años sin hacerse con un premio: “No soy de aquí, pero me habéis hecho sentir como uno de los vuestros”.

Celebra Rune en un día de cielo azul, en el que la masa de nubes va cruzando lentamente la frontera de la Torre de Collserola en lo alto de la montaña y los turistas nórdicos sudan durante la caminata, Rambla paquí, Rambla pallá, que canta colorido Manu Chao. Sabe bien el danés cómo aprieta el sol del Mediterráneo, por eso de la preparación en la Costa Azul, así que ese no va a ser el problema. No por ahí. Otra historia es lo que hay enfrente: Alcaraz, maquinaria activada y pegándole duro, jugando a intimidar. La primera falta, el primer córner y el primer chut para nosotros, inoculaba a los suyos Cruyff. Y a ello va el murciano, lo mismo un Romario que un Laudrup, u hoy un Goiko de arriba a abajo y de un costado a otro, que es lo que toca.

Rune celebra el triunfo.

Va a haber que correr, pulmones, vaya que sí. Empacho de carreras para el español porque enfrente, carga con todo el sentido y toda el alma un socio generacional que sacude sin cesar, de un lado a otro, valiente, muy punzante. Da gusto ver a un Rune así, tan lúcido, con brújula, un patrón claro y tanta decisión. Ahí hay orden, y eso es nuevo. Parece otro tenista últimamente. ¿Se enganchará a la causa de los más fuertes? A este nivel, sin duda. Encaja un primer golpe el rubiales, pero a continuación, Alcaraz pisa malamente un bache y pincha. Son dos juegos muy malos. No le entra el saque y no la huele al resto; del 3-2 al 3-4. De repente, un desagradable cambio de escenario.

Puños de acero

Todo iba muy rápido —en realidad, por donde más le interesaba a Rune— y ahora, en un plis plás, todo se espesa y Pedralbes pierde luz. Se pone feo. El nórdico ya ha dado un paso definitivo al frente y va a por él con todas las de la ley, imponente con esos trallazos que apenas botan y, especialmente, con esa derecha paralela que asusta, salvaje, poderosísima. Ya lo advertían los índices de calidad de golpeo registrados por la ATP a lo largo de la semana: superiores los del danés, tanto con el drive como con el revés. Sufre Alcaraz sobremanera en el cuerpo a cuerpo, así que tira del arte de la dejada, a ver si de esa forma apaga el ánimo del hoy Foreman. Qué manera de zurrar.

El murciano va con la lengua fuera, intentando detener el alud, pero no hay manera de contener semejante abordaje. Todo empieza a resultarle incómodo, está quejoso en algunos instantes. Unos pajarillos que revolotean alrededor del dron le despistan al servicio y luego Rune le pone contra las cuerdas: 5-4 abajo y dos bolas de set. Impresionante resto a los pies del rival, que él salva con una réplica extraordinaria que solo servirá para alargar el crédito en el set. Paliativo ilusionante, pero momentáneo. Salva otras dos situaciones terminales, pero a la quinta que tiene Rune, termina atinando. Una roca, ese chico. Puños de acero. No se tuerce y sigue y sigue con toda la artillería.

Alcaraz se lamenta en un instante de la final.

El duelo se le pone de cara al danés, pero todavía mucho más después de que se haya resuelto el tercer juego del segundo set, cuando sin haber ofrecido signo alguno de daño, Alcaraz pide la asistencia. Va 2-1 por encima y se marcha al vestuario acompañado del doctor, alarma; la vuelta es al trote, pero enseguida cunde el pesimismo. Tiene mala cara, se le resbala la raqueta, le tratan de la ingle; está pero no está. Ahí hay algo. No se mueve con la gracilidad habitual, replica como puede y su gesto lo dice todo; se debate a partir de ahí entre forzar o no, entre seguir o bien abandonar, minimizar daños. Ya ha cedido el saque otra vez y aun así se saca un par de conejillos de la chistera, doble opción de break. Pero no hay retorno para él.

Remata la semana el danés. Rune, o Demolition Man. El merecidísimo triunfador de este 2025 en Barcelona.

LA TÁCTICA DE DJOKOVIC

A. C. | Barcelona

Desde hace un tiempo, tras la eclosión de 2022, Rune viene dando tumbos y no termina de encontrar la llave hacia un espectro superior, el de compañeros de viaje como Alcaraz o Yannik Sinner, hoy en otra dimensión.

Hace tres años festejó tres títulos —Múnich, Estocolmo y el Masters de Bercy, y al año siguiente otra vez Múnich—, pero desde entonces no ha logrado elevarse en los grandes escenarios y ha ido perdiendo peso en el ranking. Llegó a ser el número cuatro, pero el curso pasado salió del top-10 y cayó al quince, aunque el éxito en Barcelona le devuelve al noveno.

Aún no ha roto la barrera de los cuartos en los majors —Roland Garros (2) y Wimbledon—, pero este año ha ido recuperando el brillo y Barcelona puede relanzarle. Se desinfló en la final de Indian Wells, ante Jack Draper, pero se creció ante Alcaraz en esta ocasión. ¿La clave? 4 de agosto, París. Novak Djokovic.

“No es sencillo plantear un partido contra Carlos, porque es capaz de hacerse con la iniciativa y dominar con todos sus golpes. Salir a la defensiva no es una opción, pero encontré la manera de hacer que no estuviera cómodo. Lo he conseguido tras analizar las fortalezas y debilidades de los dos”, concedió.

“Cuando estábamos preparando el encuentro, pensé en cómo jugaría Djokovic este partido e imité lo que hizo él en la final olímpica. Tenía que encontrar un ritmo en el que no cometiera errores y que le obligara a él a asumir muchos riesgos para ganar cada punto”, añadió.

Y zanjó el vencedor: “Tenía que ser fiel a esa táctica y, a mediados del primer set, encontré ese ritmo intermedio que tanto me ha ayudado. Haber mantenido la calma también ha sido clave; cuando él tuvo problemas [casi 10 minutos en el vestuario] la mantuve y seguí con mi plan”.

Alcaraz, por su parte, se desplazará de manera inmediata a Madrid para responder a varios compromisos comerciales —como la promoción de su docuserie— y examinar su pierna. En un principio, el murciano debutará el fin de semana.

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Álex de Miñaur

Una Hora De Batalla, Media Sin Discusión: Alcaraz Sigue Creciendo En Barcelona

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Habla la camiseta de Carlos Alcaraz: ahí está la sombra amplia del sudor, signo de la tarde. Siempre espesos y demandantes los partidos contra el incombustible Alex de Miñaur, al final inclinado pero otra vez contestón, replicante siempre, un palo tras otro en la rueda: 7-5 y 6-3, después de 1h 39m. “Jugadores como él son muy rápidos y muy sólidos, y hacen que te precipites al no encontrarle huecos. Te exige mucho”, valora el español, clasificado ya para las semifinales de este bonito Godó en el que él va in crescendo. “Hemos cogido el buen camino. Sabía que en el primer set iba a tener mis oportunidades para volver, y terminar como lo he hecho supone una gran alegría de cara a mañana”, añade. En la penúltima ronda (16.00, Teledeporte y Movistar+) se topará de nuevo con Arthur Fils, beneficiado por el abandono de Stefanos Tsitsipas; a los 15 minutos claudica la espalda del griego y se avecina el también joven francés, imponente hace una semana en la arena de Montecarlo.

Aquí hay golpes, aquí hay ritmo, aquí se trabaja a destajo. Cada punto es un pequeño tesoro. Porque he aquí De Miñaur, uno de esos rivales astillosos que no regalan nada y que las pelean todas, de esos que aprietan y empujan como si les hubieran dado cuerda, inagotables. Casi siempre un chicle. No se desprende nunca. ¿Qué sería de él con un punto más de fe, con un tiro más definitivo? Curiosa esa forma de sacudirle a la pelota en tierra, afeitando la cresta de la red con esa trayectoria plana y profunda que incomoda a Alcaraz desde el principio. Ahí que va una caña, el ooooohhh a coro de lamento, y con ella la primera rotura, ante la que reacciona el murciano llevándose la raqueta a la espalda y reafirmándolo: efectivamente, esto va a ser duro.

Carlos Alcaraz, este jueves durante el partido ante Alex de Miñaur.

No termina de asentarse, no le deja el australiano, quien maquina y maquina todo el rato bajo la visera. Apenas se le ven los ojos, como si propusiera una partida de póquer constante, retador en cada intercambio y haciendo que no haya pausa ni paréntesis. Espíritu de maratoniano. Tiene piernas para dar y regalar, así que cubre pista y obliga a escorar y apurar. Uf, ups, casi, lástima. ¡Por un centímetro!, le ilustra Joan Laporta, otra vez ahí, al hombre sentado a su lado en el palco. Busca Alcaraz las líneas y reponerse, pero al levantamiento le sucede una serie de imprecisiones que le sitúa de nuevo a remolque, más y más remar porque el pase a las semifinales se vende hoy caro.

Viene De Miñaur de un optimista recorrido en Montecarlo, penúltima ronda allí para él, y no levanta el pie del acelerador. Esprinta, repele, exige el séptimo del mundo. Y el murciano, mientras, quiere comprobar cómo está esa pelota que se ha quedado en la red tras un sonido extraño al salir despedida del cordaje. ¿Pinchada tal vez? No suele fallar en ese tipo de dejada, pero a la siguiente que dibuja la clava donde quería, elegante, quirúrgico, y vuelve a recuperar el terreno perdido por segunda vez. Tú me das, yo te la devuelvo. Es un día a tirones. Cuando se juntan estos dos, suele ser un juego al gato y al ratón y lo disfruta y lo sufre la gente de la grada, que no termina de verlo claro, pero confía, cruza dedos: ya llegará.

Reencontrándose

“¡Vamos animal!”, le empuja uno desde la tribuna, a lo que él responde y suelta un grito feroz cuando araña el juego que le guía hacia la zona dulce: 6-5 arriba, dispuesto a cortar al resto. Y el australiano, a pensar; el más mínimo desliz le pondría contra las cuerdas. Duda, y de repente le cae encima la descarga. Bola de set para Alcaraz y suena el pataleo metálico de los pies sobre la grada, anticipo en Pedralbes de que algo va a suceder, pero se resiste la primera, que no así la segunda; el envío demasiado largo del oceánico decanta por fin el set. Lo ha masticado el de El Palmar como buen rumiante, magnífico indicativo a estas alturas de la preparación. En la arcilla hay que currárselo.

De Miñaur se dispone a golpear de revés.

Así que agacha el lomo Alcaraz y hace la sentadilla, cuádriceps en tensión y apoyos firmes para ganar fuerza de donde no la hay, porque la pelota llegaba mansa y obliga a una maniobra física al alcance de muy pocos: ¡Pam! ¡Ahí la llevas! ¡Vete a buscarla si te atreves! Riñones y pasante ganador. Pero De Miñaur, ya se sabe, no es de los que afloje, intenso siempre él, y contrataca: ¡Zasca! Venga, Carlitos, a ver si pillas esa, pero nada; cae en manos de la jet set del palco. Pende el partido todavía de un fino hilo en el inicio del segundo set, más toma y daca, igual de equilibrado y sin concesiones por una ni otra parte hasta que la cuerda se rompe otra vez a favor del ganador, meritoria la victoria.

Acostumbra el de El Palmar a la vía del brillo, pero el registro demanda otra cosa en estos días de progresión y búsqueda de sensaciones. Sentadas las bases en Montecarlo, el número dos continúa puliéndose y reencontrándose como competidor en arcilla, acomodándose en el proceso de transición. Reforzándolo con este trabajado avance en Barcelona. Son ya tres triunfos en dos sets —23 ya esta temporada, más que ninguno; uno por encima del australiano— y una nutritiva presencia sobre la pista, sin angustias. Logrado el break que por fin lo desnivela todo, al sexto juego, alza los brazos y celebra otra vez: Pedralbes, mañana hay otra cita. Enfrente, un pegador llamado Fils.

DE JAIME A CARLOS: DÍA DE HERMANOS

A. C. | Barcelona

De Carlos a Jaime, es el día de los hermanos Alcaraz. Si el mayor de los cuatro hermanos (21) de la familia ha brillado conforme iba cayendo el sol, por la mañana ha sido el menor (13) el que acaparaba la atención en la pista 2 del Real Club de Tenis Barcelona 1899 (RCTB).

Más allá de victoria registrada contra Tim Franco en el torneo de los sub-14 (6-3 y 6-2), todo el mundo quiere comprobar cómo juega Jaime, que hace nada era un retaco y que ahora, poco a poco, ha empezado a dar el estirón. “Míralo, es igualito; anda igual que el hermano”, compara una aficionada.

“Tiene una derecha que nos suena…”, le deslizan a Alcaraz en la sala de conferencias, a lo que el bicampeón del Godó contesta: “Hoy he venido antes para verle. Ha hecho más dejadas de la cuenta, no sé a quién habrá salido… Le encanta el tenis, y eso es lo más importante. No sé hasta dónde llegará, pero tengo muchas ganas de que vaya a entrenar y que mejore”.

El dos del mundo ha sorteado una ronda peliaguda a base de “paciencia” y de “trabajar los puntos”, de pensar que cada uno de ellos iba a ser “una batalla”. Quita hierro al estado de la pista, a la que a mediodía Alejandro Davidovich ha comparado en un arrebato con “Marrakech”, y también al hecho de que Fils apenas haya tenido que jugar por la lesión de Tsitsipas.

“Tiene físico de sobra para aguantar lo que le venga. Aunque no hubiera pasado eso, creo que mañana hubiera estado a su cien por cien igualmente. Quiero pensar que estará descansado, pero quizá sin ritmo. No habíamos jugado nunca, y ahora, en dos semanas, dos partidos seguidos con él…”, apunta.

El francés, de 20 años, ha escalado hasta el puesto 14 del ranking y es una seria amenaza. En el Principado no estuvo lejos de tumbar al español y en los cuatro últimos torneos que ha disputado (Indian Wells, Miami, Montecarlo y ahora Barcelona, aquí un peldaño más) ha alcanzado los cuartos.

En el otro cruce, a las 13.30, se enfrentarán Karen Khachanov (6-4 y 7-5 a Davidovich) y Holger Rune (6-4 y 6-2 a Casper Ruud).

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ATP 500

Davidovich No Puede Con Khachanov Y Se Esfuma El Sueño De Barcelona

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Cae Alejandro Davidovich en los cuartos de final del Trofeo Conde de Godó ante Karen Khachanov, tras 1h y 47m de batalla (4-6 y 5-7). Y con ello, se escapa el sueño de ganar su primer título de la ATP. Venía el malagueño haciendo una buena gira de tierra batida, habiendo alcanzado las semifinales de Montecarlo, pero el ruso, número 27 del mundo, se interpuso en su camino y fue el primero que desembarcó en las semifinales; firmó así su mejor resultado en la capital catalana, y espera en la penúltima ronda a Holger Rune. El danés, número 13 del mundo, venció al tenista noruego y defensor del título Casper Ruud (4-6 y 2-6, 1h y 28m).

Ni pizca de aire se siente en el barrio de Pedralbes, que vive estos días cómo un sol resplandeciente, radiante, ilumina a primera hora de la mañana la pista central del Real Club de Tenis Barcelona (RCTB). Por eso, Davidovich se recoloca a veces su gorra amarillo fosforito. Va a juego con la muñequera y los pantalones que viste. También con el color de su raqueta y de la pelota: esa que se encarga de quemar a base de raquetazos. Sobre todo, a través del revés cruzado para después ir directo hacia la red y rematar con un smash imparable. Así se encarga el malagueño de ganar los primeros intercambios. Fusionado con su indumentaria; fusionado con su tenis.

Ni siquiera un dron, que revolotea por encima de la central, o los gritos desde la grada desconcentran al malagueño. “¡Vamos, Davidovich!”, vocea un aficionado en medio de un punto al inicio del encuentro. Pero poco más tarde, el de La Cala del Moral se revuelve y pierde el quinto juego con su servicio. Y desaprovecha tres bolas de rotura en el siguiente. Muy plana y alta viene la pelota de Khachanov. Demasiado. Tanto, que Davidovich maldice, porque no puede mandar ninguna al otro lado de la red. El ruso es como un pulpo. Se estira y se estira con su drive y, a partir de ahí, desquicia al rival.

“¡Ostia, si esto parece Marrakech!”, chilla Davidovich, consciente de que este Viernes Santo se acerca más al sufrimiento que a la pasión. Porque sabe que tiene un encuentro “duro y reñido” por delante: “Habrá que dar un paso al frente en los momentos importantes”, sentenciaba un día antes el español. Esta vez toca bajar al barro. Otra vez. Así lo hace, cuando en el séptimo juego del primer set consigue el break (4-4) y empata la contienda. Se desespera el moscovita, que se desgañita para sus adentros, pero celebra a los 47 minutos de batalla. Suyo es el primer set.

“¿Qué me pasa?“

Mientras, Davidovich se va a la silla pensativo. Mira a su box y estira los brazos. Como si no pudiera llegar a las bolas que le lanza el número 27 del mundo: “Todo de revés, todo de revés”, comenta uno de los aficionados sobre la estrategia que tiene por bandera el ruso. Y así se demuestra a continuación, cuando el malagueño, desesperado, falla un cruzado nada más comenzar el primer juego del segundo parcial. Entonces, Davidovich, que reacciona tras el error poniéndose casi de rodillas sobre la tierra batida, envía un drive fuera de la pista: 6-4 y 0-1 abajo en el segundo set. No hay problema.

Porque una derecha paralela y potente del español arregla la incertidumbre. “¡Vamoooos!”, grita él tras hacerle el contrabreak y confirmarlo acto seguido con su servicio. Se va encontrando con mejores sensaciones el malagueño tras ese golpe, a pesar de que le sigue corriendo demasiado la derecha al ruso: 13 golpes ganadores convierte en la primera manga. Pero Davidovich se desliza y derrapa sobre la arcilla. Su calcetín derecho —no tanto el izquierdo, de color negro— está lleno de tierra batida. No se cansa y aguanta la embestida.

Khachanov golpea la pelota durante el partido.

Hasta el punto de que rompe el servicio de Khachanov en el sexto juego del segundo parcial. La grada enfurece a favor del español y él se deja llevar por su público, que sufre cuando el reloj pasa la hora y media de partido, y su representante se ve con el agua al cuello: 4-5 en el segundo parcial. Antes, Davidovich cede una bola de set y salva tres bolas de rotura. Pero a la cuarta cede. “¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa?“, se pregunta tras cometer su primera y única doble falta. El choque llega a la barrera de lo “psicológico” para el español, como también lo fue el día anterior ante Rublev.

La lucha interior se apodera de Davidovich, quien lanza un smash fuera de la pista con el 5-5 en el segundo set. Doble punto de break para el ruso, que acaba convirtiendo la rotura. La raqueta y la bolsa del malagueño acaban pagando las consecuencias de perder una ventaja de dos juegos en el marcador. Y con ello el encuentro, tras casi dos horas de lucha: momento en el que el español sucumbe ante Khachanov.

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