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Accidentes aéreos

La Agencia Que Investiga El Accidente De Helicóptero En Nueva York Advierte De Que Es Pronto Para Establecer Una Causa

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Expertos de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte de EE UU (NTSB, en sus siglas inglesas) investigan el accidente de helicóptero que el jueves costó la vida al piloto y los cinco miembros de una familia española tras precipitarse en el río Hudson, en Nueva York. Jennifer Homendy, responsable de esta agencia del Gobierno, ha subrayado en una comparecencia ante la prensa en Nueva York que es muy pronto para hablar de una causa probable del siniestro, “dado que aún no han transcurrido 24 horas del accidente”, y que va a llevar “bastante tiempo” determinar que pasó antes de que el aparato se desintegrara en el aire y sus diferentes partes —al menos tres, según los vídeos disponibles— cayeran al agua. Aunque la mayor parte de los restos fueron sacados del río el jueves por la noche, submarinistas del Departamento de Policía de Nueva York rastreaban este viernes la zona en busca de las piezas que faltan.

“Los objetivos inmediatos [de los equipos de emergencia] fueron, primero, la búsqueda y rescate de los pasajeros y, después, la recuperación del fuselaje. Los investigadores de NTSB empezaron a llegar al lugar por la noche y no voy a especular con ninguna causa preliminar o probable [del accidente], que llevará bastante tiempo determinar”. “Ahora mismo estamos buscando el rotor principal y el rotor de cola”, añadió, señalando que tampoco se ha recuperado la transmisión principal. Homendy dijo que no hay nada descartado, ya que los investigadores van a examinar la experiencia del piloto, el historial de la empresa que gestiona las visitas turísticas y los restos aún incompletos del avión.

Homendy, que ha pedido a cualquier testigo que tenga información sobre lo sucedido que la comparta con la agencia, ha informado de que el piloto acumulaba 780 horas de vuelo y que había superado su último reconocimiento médico en septiembre de 2024, cuando reportó 450 horas de experiencia como piloto. Un vídeo publicado en redes sociales muestra cómo el helicóptero, modelo Bell 206 L-4, se partió en el aire, separándose los rotores y la cola del fuselaje y cayendo a continuación en el lado de Nueva Jersey del río, frente a Manhattan, en posición invertida. Homendy señaló también ue la NTSB ya había expresado en el pasado su preocupación por los helicópteros turísticos en la ciudad de Nueva York.

La familia española fallecida en el accidente se encontraba de vacaciones en Nueva York, donde tenían pensado celebrar el noveno cumpleaños de Mercè, la mediana de los tres hijos, que iba a ser este viernes (las primeras informaciones referían edades de 4, 5 y 11). Agustín Escobar, de 49 años, director general de movilidad ferroviaria de Siemens y antiguo CEO de la firma, había venido el domingo para visitar una planta de la compañía en Pittsburgh mientras que su esposa, Mercè Camprubí Montal, también directiva de la compañía, y sus hijos habían llegado el mismo día del accidente para “aprovechar un par de días más en Nueva York”, dijo el alcalde de Jersey City, Steven Fulop, quien también informó de que la madre había celebrado su 40º cumpleaños esta semana.

Su homólogo neoyorquino, Eric Adams, corroboró que la doble celebración pudo haber sido el motivo del viaje. “Conocemos las edades de los menores (4, 8 y 10 años) y desgraciadamente el de 8 [Mercè] cumplía años hoy, así que probablemente esto [el recorrido en helicóptero] era una atracción turística para ver la ciudad desde el horizonte, pero ha acabado convirtiéndose en una desgracia”, dijo Adams en el programa Good Day New York de Fox 5. Según el alcalde de Nueva Jersey, un familiar de las víctimas ha volado a Nueva York para, en colaboración con el médico forense, acelerar la repatriación de los cuerpos.

Antes de la comparecencia de la responsable de NTSB, medios locales reproducían este viernes el relato que Michael Roth, propietario de New York Helicopter, la empresa de vuelos turísticos, hizo el jueves al diario The Telegraph. Según Roth, el piloto había avisado por radio momentos antes de precipitarse al agua de que le quedaba muy poco combustible y se dirigía de nuevo al helipuerto.

El piloto, que fue identificado posteriormente por el portal Gothamist como Sean Johnson, un veterano de los Navy Seals de 36 años, conectó por radio justo antes de estrellarse a las 15.17 horas junto Hoboken (Nueva Jersey), tras apenas 20 minutos de vuelo. “Llamó diciendo que estaba aterrizando y que necesitaba combustible, y debería haber tardado unos tres minutos en llegar [al helipuerto], pero 20 minutos después, no había llegado”, dijo Roth a The Telegraph. “[Entonces] Recibí una llamada de mi gerente y de mi helipuerto del centro [de Manhattan, de donde había partido] y me dijeron que habían oído que había habido un accidente, y mi teléfono empezó a sonar. Luego uno de mis pilotos sobrevoló el Hudson y vio el helicóptero [en el agua], boca abajo”. El aparato había sido alquilado a una empresa de Luisiana.

El español Agustín Escobar Cañadas, directivo de Siemens, su esposa, Mercè Camprubí Montal, también directiva en esta empresa, y sus tres hijos, se fotografían antes de subir al helicóptero.

Según una publicación en X (antes Twitter) del secretario de Transporte de la Administración de Donald Trump, Sean Duffy, “el helicóptero turístico se encontraba en la Zona de Reglas de Vuelo Especiales establecida en Nueva York, lo que significa que no se estaban prestando servicios de control del tráfico aéreo cuando se estrelló. Varios minutos antes de entrar en dicha área, el control de tráfico aéreo del aeropuerto de LaGuardia estaba prestándole apoyo”.

Pilotos experimentados han mostrado su extrañeza por la secuencia del accidente y, en especial, por la desintegración del aparato. “No sé qué pudo haber provocado eso. Esperaremos a que la investigación nos dé esos detalles, pero por lo que he visto, la separación de las palas es lo que provocó que el helicóptero cayera. Lo que tenemos que averiguar es qué provocó la separación”, declaró el experto Dan Rice a CBS News New York. “Algo se rompió físicamente en el eje y en una de las palas, lo que causó una vibración masiva que hizo que el rotor se partiera”, dijo el oficial de vuelo retirado Armen Kurdian.

Bancarrota

New York Helicopter se declaró en bancarrota en 2019, según varios medios locales, alegando que debía cientos de miles de dólares. Buena parte de las deudas, alrededor de 114.000 dólares, eran por “servicios de reparación”. Un helicóptero Bell 206 propiedad de la empresa se estrelló en el río Hudson en junio de 2013. El aparato perdió potencia y el piloto realizó un aterrizaje de emergencia; a bordo iba una familia de cuatro miembros. No hubo heridos, y la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte determinó que un fallo de mantenimiento y una anomalía en la lubricación del motor habían provocado el corte de fluido.

La compañía ha recibido críticas agridulces en populares páginas de reseñas, con algunas quejas por no hacer las comprobaciones de seguridad pertinentes antes del despegue. “Negligencia extrema de los protocolos de seguridad que deben asociarse a un paseo en helicóptero”, escribió en Yelp Kumar Sourabh, de California. “Ya había montado en helicóptero antes y tuve una experiencia totalmente opuesta. No me informaron de las medidas de seguridad. En cuanto aterrizó la aeronave, y sin previo aviso ni instrucciones, mientras las aspas del helicóptero seguían rotando, el propietario se abalanzó sobre nosotros y empezó a bajarnos” de la aeronave.

Investigadores de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte analizan los restos de un helicóptero, el 11 de abril.

El accidente del jueves fue el primero mortal de un helicóptero en la ciudad desde que uno chocó contra la azotea de un rascacielos en 2019, matando al piloto. Al menos 38 personas han muerto en accidentes de helicóptero en Nueva York desde 1977. Una colisión entre un avión y un helicóptero turístico sobre el Hudson en 2009 mató a nueve personas, y cinco murieron en 2018 cuando un helicóptero chárter que ofrecía vuelos de puertas abiertas cayó al East River.

Este mismo viernes, la Administración Federal de Aviación y la NTSB han iniciado una investigación sobre otro siniestro mortal, el de una avioneta que se estrelló a primera hora de la mañana a las afueras del aeropuerto de Boca Ratón (Florida). Las tres personas a bordo del aparato, un bimotor Cessna 310, murieron, mientras un hombre que pasaba en su automóvil por el lugar del impacto fue trasladado al hospital con heridas pero fuera de peligro.

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Accidentes

Los Vuelos Turísticos En Nueva York, Entre Sospechas Por Las Condiciones De Seguridad Y Las Quejas Vecinales Por Ruido

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Una desgracia previsible, anunciada. Así calificó un senador por el Estado de Nueva York el accidente del helicóptero turístico que se estrelló el jueves en el río Hudson. Décadas de quejas y reclamaciones vecinales por el incesante sobrevuelo y el ruido a veces ensordecedor de los rotores han cobrado nuevo impulso tras la tragedia que el pasado jueves costó la vida, además de al piloto, a una familia de Barcelona, el matrimonio Escobar-Camprubí y sus tres hijos. El crecimiento sin freno del sector en los últimos años mueve a expertos, legisladores y asociaciones a pedir una regulación más estricta, sobre todo en lo concerniente a la seguridad, porque sucesos como el del jueves corren el riesgo de convertirse en catástrofes.

Steven Fulop, alcalde de Jersey City, en la ribera del Hudson donde cayó el aparato, pidió que se ponga fin a los viajes turísticos en helicóptero sobre el río, un recorrido que en apenas 15 minutos permite ver de cerca la Estatua de la Libertad, el perfil de Manhattan y edificios como el One World Trade Center. “Estamos presionando a nivel federal desde hace una década, sin respuesta”, escribió el regidor en X (antes Twitter). “No es el primer accidente y la realidad es que el espacio aéreo está demasiado frecuentado sobre un área densamente poblada para permitir semejante tráfico”.

Fulop, y cualquiera que haya recorrido el agradable paseo peatonal de Jersey City, sabe que si el aparato hubiera caído unos metros tierra adentro, la dimensión del siniestro habría sido mayúscula, ya que decenas de edificios residenciales jalonan la margen del río, como sucede en la vertiente neoyorquina. De hecho, la mayor parte de los vídeos que recogen la desintegración de la aeronave y la caída de sus piezas —al menos tres— al agua fueron grabados por vecinos de los bloques, muchos de ellos de lujo, que están en primera línea del Hudson.

“Estos helicópteros turísticos no deberían estar permitidos, esperemos que esta terrible tragedia traiga algún cambio para que no vuelva a ocurrir a ninguna otra familia”, remató Fulop. Su homólogo neoyorquino, el controvertido Eric Adams, rechazó que la seguridad estuviera en entredicho y apostó por la rentabilidad del sector para las arcas de la ciudad, unos 50 millones de dólares “en impacto económico anual”. Adams también subrayó que las visitas turísticas aéreas forman parte del “atractivo” de la ciudad tanto como los rascacielos o los musicales de Broadway, y minimizó los riesgos de seguridad implícitos en el abultado volumen de tráfico.

“Recuerdo que en 1977, cuando un helicóptero se estrelló contra el edificio de PanAm, hicimos ajustes y modificaciones, siempre se puede hacer en función de las circunstancias”, declaró el viernes Adams. Las circunstancias: un rotor desprendido de un helicóptero de la compañía New York Airways en una pista de aterrizaje situada en la azotea del edificio mató a cinco personas, una de ellas en la calle, a dos manzanas de distancia. El helipuerto fue cerrado tras el suceso. “Pero ha habido 17 accidentes en aproximadamente 40 años, son cifras que hay que tener en cuenta cuando se hacen estos ajustes”, añadió Adams en declaraciones a una televisión local, ponderando la, a su juicio, escasa ratio de accidentes por década.

Los vecinos de las dos márgenes del río no le compran el discurso a Adams. Al contrario, hartos del ruido y conscientes de que el incesante tráfico puede tener consecuencias como la del jueves, se han organizado en asociaciones como Stop the Chop, que busca limitar los vuelos para reducir el ruido y la incidencia medioambiental. Para este grupo, presente en Jersey City y en Nueva York, la mayor parte de la actividad de helicópteros en la región se compone de vuelos turísticos, chárter y de cercanías: magnates que desean evitar los atascos o que usan este medio de transporte para trasladarse de la ciudad a sus residencias de las afueras, o al campo de golf. Es decir, vuelos no esenciales que no sólo contaminan de manera adicional sino que empeoran la ya de por sí escasa calidad de vida en la Gran Manzana. En 2016, el número de vuelos de helicópteros turísticos se redujo a la mitad, tras décadas de quejas vecinales por exceso de ruido y contaminación atmosférica, pero el repunte del turismo tras la pandemia ha espoleado de nuevo su actividad.

Casi nadie coincide con el mensaje tranquilizador de Adams. Ni la Junta de Seguridad en el Transporte Aéreo (NTSB, en sus siglas inglesas), encargada de la investigación y que este viernes ha abogado por restringir los vuelos no esenciales, es decir, todos aquellos que no sean de la policía o los servicios de emergencia. O el senador por Nueva York Brad Hoylman-Sigal, el que calificó el siniestro de “tragedia previsible”, quien defiende la prohibición total de vuelos no esenciales sobre Manhattan, porque “el accidente de hoy es un sombrío recordatorio de nuestros peores temores sobre los peligros de los vuelos de helicópteros turísticos. Estos helicópteros operan sin una regulación suficiente para proteger a sus pasajeros y a los neoyorquinos en tierra”, dijo el legislador en un comunicado.

El helicóptero siniestrado era un Bell 206 L-4, un avión monomotor utilizado durante mucho tiempo para misiones policiales, traslados medicalizados, coberturas informativas desde el aire y turismo aéreo. El 206 lleva décadas en uso; su fabricante, Bell Textron, una empresa de aviación con sede en Texas, lo dejó de fabricar hace menos diez años, pero según Greg Feith, antiguo investigador de la NTSB, que ha pilotado uno, es seguro y fiable si se somete al oportuno mantenimiento.

Flores en el muelle junto al que cayó el helicóptero, este viernes en Jersey City (Nueva Jersey).

Vuelo con puertas abiertas

Sin embargo, la seguridad que ofrecen las compañías que operan los aproximadamente 30.000 viajes turísticos al año desde el helipuerto contiguo a Wall Street deja lugar a la sospecha. New York Helicopter, la empresa tras el siniestro del jueves, lleva décadas surcando los cielos de Nueva York, tanto en recorridos turísticos como en traslados al aeropuerto —en taxi el trayecto supera la hora larga— y viajes de negocios a la carta. Pero la compañía, cuyo desempeño y gestión será uno de los focos de la investigación, había experimentado dificultades previas. En 2013, uno de sus helicópteros perdió repentinamente la potencia en pleno vuelo y el piloto tuvo que maniobrar para aterrizar de forma segura sobre unos pontones en el Hudson, a la altura de Upper West Side.

En los últimos ocho años, ha acumulado pleitos por supuestas deudas e incluso una declaración de quiebra. En enero, una empresa la demandó por más de 1,4 millones de dólares alegando que no se le había pagado el alquiler de un aparato (el siniestrado el jueves también era alquilado, a una compañía de Luisiana). En febrero, un prestamista presentó una demanda, alegando el bloqueo del reembolso de un préstamo y una deuda de más de 83.000 dólares. La compañía no ha respondido a ninguna de las dos demandas, mientras la idoneidad de sus pilotos ha quedado también en entredicho. El piloto fallecido el jueves era un veterano de los Navy Seals de 36 años cuyo sueño era volar, según contó su esposa al portal Gothamist. Sean Johnson había ido saltando de empleo en empleo antes de trasladarse recientemente a Nueva York, un lugar muy apreciado por los pilotos novatos porque, por la cantidad de vuelos diarios, les permite ganar muchas horas de entrenamiento. Según la NTSB, que centra también su investigación en su cometido, Johnson tenía a finales de marzo una experiencia de 788 horas de vuelo (reportó 450 en su última revisión médica, en septiembre) y una licencia comercial de pilotaje.

El espacio aéreo que rodea Manhattan es concurrido, complicado y en ocasiones mortal. Más de tres docenas de personas han perecido en accidentes de helicóptero en la Gran Manzana en el último medio siglo; el del jueves fue el tercero mortal del sector turístico en las dos últimas décadas. Hace unas semanas, un acuerdo de 90 millones de dólares puso fin a una demanda por homicidio culposo presentada por los familiares de uno de los cinco pasajeros que se ahogaron en un accidente de un helicóptero turístico en 2018. El servicio ofrecía como aliciente un vuelo con las puertas abiertas para hacer mejores fotos.

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