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Ataques militares

La Embajadora De EE UU En Rusia Anuncia Su Marcha Tras Un Mandato Crítico Con Putin

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La embajadora estadounidense en Moscú, Lynne Tracy, ha anunciado este viernes su marcha. La diplomática, elegida por el anterior Gobierno de Joe Biden para cargar sobre sus hombros la difícil tarea de representar a Washington ante Rusia en un ambiente francamente hostil, tenía los días contados. La Administración de Donald Trump ha reiniciado sus relaciones con el Kremlin y Tracy no entraba en los planes de ninguna de las dos partes. La Casa Blanca no ha revelado de momento el nombre de su sustituto.

“Mientras avivamos la libertad; mientras los corazones anhelan el honor; amigo mío, dediquemos a la patria los hermosos impulsos de nuestras almas”, ha señalado Tracy, citando unos versos del poeta ruso Pushkin en su despedida. Según la diplomática, sus compañeros “seguirán trabajando para mejorar las relaciones y mantener los lazos con el pueblo ruso”.

Biden nombró a Tracy embajadora en Moscú en enero de 2023. Las relaciones entre ambas potencias fueron mínimas durante el mandato del presidente demócrata, periodo en el que los contactos se redujeron a evitar una escalada mucho mayor con el conflicto de Ucrania de fondo y resolver algunas cuestiones acuciantes, como la liberación del periodista norteamericano Evan Guershkovich y otros presos políticos.

La llegada al poder de Trump en enero de 2025 ha acercado, en cierto modo, a Moscú y Washington. El mandatario norteamericano ha abogado por mantener un contacto directo con Vladímir Putin por teléfono y ambos países han celebrado varias reuniones bilaterales. En los primeros encuentros significativos entre sus dos delegaciones en casi cuatro años, celebrados en la segunda mitad de febrero en Estambul, acordaron normalizar la actividad de sus embajadas y reiniciar las conversaciones de paz sobre Ucrania.

La hasta ahora embajadora estadounidense se había mostrado crítica con el régimen de Putin. El Ministerio de Exteriores ruso llamó varias veces a consultas a Tracy, cuya misión diplomática condenó duramente la muerte del opositor Alexéi Navalni en prisión en febrero de 2024: “Navalni fue perseguido, envenenado, encarcelado, torturado y ha muerto por lo que creía que necesitaba decir al pueblo ruso y al mundo”.

En su despedida de este viernes, Tracy ha declarado haber sido inspirada por sus encuentros ”con rusos que aman a su país y trabajan cada día por un futuro mejor”.

La marcha de Tracy se une al relevo de otros diplomáticos norteamericanos desde la investidura del presidente Trump. La anterior embajadora estadounidense en Ucrania, Bridget Brink, abandonó el cargo en abril por discrepancias con la política del líder republicano hacia el país invadido.

Rusia, por su parte, también sustituyó a su embajador en Washington hace meses. El nuevo representante de Moscú en Estados Unidos, Alexánder Darchiev, asumió el puesto justo tras los primeros encuentros entre los dos países en febrero. Su antecesor, Anatoli Antónov, había dejado el país norteamericano en octubre del año anterior.

No obstante, el acercamiento entre las dos potencias nucleares parece haberse estancado en los últimos meses. Putin, reacio a aceptar la paz rápida que quiere Trump en Ucrania, mantiene sus exigencias maximalistas en las conversaciones con el Gobierno de Volodímir Zelenski.

“Supongo que la parte estadounidense, a pesar de algunos movimientos y avances, aún no está preparada para arreglar en serio las dificultades que surgieron antes en torno a las misiones diplomáticas”, dijo el jueves Yuri Ushakov, asesor de política exterior de Putin y parte de su comitiva negociadora con Washington.

“Discutimos la reanudación de los vuelos entre nuestra capitales. Ya veremos. Y se planteó la opción de reunirnos en Moscú. Se dijo ‘por qué no’, pero después se dijo ‘esperemos’. Y aún lo estamos viendo”, lamentó el veterano diplomático ruso.

Ataques militares

Trump Y Putin Hablan Por Teléfono Durante Una Hora Sobre La Guerra En Ucrania

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Los presidentes de Estados Unidos y de Rusia, Donald Trump y Vladímir Putin, han hablado este jueves por teléfono, en una conversación que ha durado alrededor de una hora, según ha señalado el Kremlin. Yuri Ushakov, asesor del Gobierno ruso, ha indicado que Putin le ha dejado claro a su homólogo estadounidense que están preparados para seguir negociando un “cese de las hostilidades” con Ucrania. Sin embargo, añade que Moscú sigue, mientras tanto, centrado en eliminar las “raíces de las causas” que originaron el conflicto y que “no están dispuestos a renunciar” a sus objetivos en el país invadido. Por el momento, el republicano no se ha pronunciado al respecto.

En este sentido, Ushakov ha añadido que los mandatarios no han hablado de la suspensión del envío de armamento crítico de EE UU para Kiev, que Trump llevó a cabo hace dos días, ni tampoco de un hipotético encuentro cara a cara entre ambos. Sí han acordado mantener el contacto y seguir las conversaciones.

La última vez que ambos líderes hablaron fue el pasado 14 de junio, coincidiendo con el 79 cumpleaños del mandatario estadounidense, que Trump celebró con un desfile militar en Washington.

El 4 de junio conversaron también por teléfono durante una hora y cuarto en una charla que Trump calificó como “buena”, pero que reconoció que no conduciría “a una paz inmediata”. “Abordamos el ataque contra los aviones de Rusia en tierra, por parte de Ucrania, y también otros ataques perpetrados por ambas partes”, indicó el presidente estadounidense en Truth.

Aquella conversación entre ambos era la segunda en dos semanas. Entonces, la llamada tenía como objetivo tratar de relanzar las conversaciones de paz entre Moscú y Kiev, apenas cuatro días después de que una posible cita en Estambul entre Putin y Volodímir Zelenski acabara en un fiasco: se reunieron únicamente delegaciones de nivel intermedio, Putin no viajó.

Esta semana Putin también conversó con su homólogo francés, Emmanuel Macron, por primera vez en casi tres años. La llamada, que duró dos horas y se organizó a iniciativa del jefe del Estado francés, puso fin al bloqueo y al silencio que mantenían los líderes europeos con el presidente ruso. La última conversación entre Macron y Putin fue, sentados a una mesa kilométrica que se hizo viral, en marzo de 2022, poco después del inicio de la invasión de Ucrania en febrero de ese año.

Kiev está en máxima tensión por el anuncio de la suspensión del envío de armamento estadounidense que había comprometido la Administración anterior, la de Joe Biden, que demostró una fidelidad inquebrantable con la defensa ucrania que la de Trump no está dispuesta a mantener en los mismos términos.

El Pentágono confirmó el martes que ha frenado el suministro de armas que son clave para la defensa ucrania, alegando que Estados Unidos y otros aliados las necesitan más. Entre el armamento cuyo envío se ha cancelado se encuentran docenas de misiles de defensa antiaérea Patriot, cruciales para resistir a los ataques de larga distancia rusos.

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Armamento

El Incesante Zumbido Del Dron Shahed Desespera A Ucrania

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El dron bomba Shahed es un viejo conocido en la guerra de Ucrania. Fabricado por Rusia bajo licencia iraní con el nombre de Geran, su uso en los bombardeos de largo alcance es diario desde el primer año de la invasión, en 2022. Pero es en este 2025 cuando se ha convertido en el pilar de la presión rusa contra la retaguardia ucrania. Su producción es hoy masiva y su tecnología ha dado un salto adelante que pone en aprietos a las defensas ucranias. Rusia dispara hoy el triple de Shahed que hace medio año. Su característico zumbido ya es incluso habitual en el centro de Kiev. Si antes eran fácilmente abatidos antes de alcanzar la periferia de la capital ucrania y de otras ciudades de la retaguardia, ahora llegan por decenas.

Es uno de los temas más discutidos en los medios ucranios y en sus foros militares: ¿Cómo detener a los nuevos Shahed? El problema de entrada es la cantidad de unidades que se utilizan en un solo ataque. Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, subrayó la semana pasada que si en 2024 era algo inaudito que en un día el enemigo utilizara más de 100, ahora es lo habitual. En los 29 días de junio, en 15 noches fueron disparados entre 100 y 480 Shahed. En cinco madrugadas fueron utilizados más de 400. Los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa ucranio (GUR) estiman que en un día, la industria rusa está produciendo 170 drones bomba de largo alcance y la previsión es que lo eleve a 190.

Rusia está fabricando en tres días de 2025 la misma cantidad de Shahed y Garpiya [otro dron con funciones similares] que producía en un mes de 2024, según datos de la inteligencia militar ucrania y occidental. Es por esto que los drones de largo alcance ucranios están apuntando a las plantas de producción en Rusia de estos aparatos no tripulados. Pero los resultados no son suficientes, según señaló el 23 de junio Ígor Romanenko, teniente general en la reserva, en TSN, el principal informativo de televisión de Ucrania: “No tenemos suficiente armamento de largo alcance para destruir los centros de producción y almacenamiento de drones. Si disparamos 50 drones, 10 llegan al objetivo, pero no hacen mucho daño a los rusos, tienen muchos centros de producción”.

Kirilo Budánov, jefe del GUR, avanzó el 7 de junio en el medio de análisis militar The War Zone que Rusia había acordado con Corea del Norte, uno de sus pocos aliados internacionales, producir también estos drones en territorio norcoreano.

Dio la vuelta al mundo en octubre de 2022 el vídeo de un policía abatiendo de día un Shahed en Kiev con su fusil de asalto. Hoy esta imagen sería prácticamente imposible. Primero porque los bombardeos son ahora de noche. Y aquellos primeros Shahed-136 eran más lentos, volaban más bajo y tenían una trayectoria más previsible.

Uno de los primeros Shahed utilizados por Rusia contra Kiev, el 17 de octubre de 2022.

Uno de los principales cambios es la altura: estos drones volaban a muy baja altura en el pasado, para evitar ser detectados por los radares. Ahora Rusia opta por hacerlos volar a más de tres kilómetros de altura para dejarlos fuera del alcance de las ametralladoras antiaéreas. No solo eso, también cambian su trayectoria durante el vuelo, para confundir a los sistemas antiaéreos y golpear el objetivo desde diferentes posiciones.

Los nuevos Shahed están, además, programados con inteligencia artificial para coordinar sus ataques de forma autónoma. La versión más avanzada no se desplaza con un motor de hélice, sino con un reactor que multiplica su velocidad, de 190 kilómetros por hora a más de 450. Estos aparatos a reacción son todavía minoritarios porque multiplican el coste del dron. Se estima que el gasto para fabricar un Shahed básico oscila entre los 14.500 y los 37.500 euros, un desembolso para una arma de largo alcance mucho menor que para un misil.

Ucrania no utiliza misiles para derribarlos por el número limitado que tiene de este armamento, como los Patriot estadounidenses o los alemanes Iris-T. Una de las últimas partidas de ayuda militar estadounidense aprobadas por el expresidente Joe Biden eran precisamente 20.000 misiles especializados en derribo de drones. Su sucesor, Donald Trump, frenó su envío a Ucrania y los ha destinado a Oriente Próximo.

Los llamados “grupos móviles”, furgonetas con ametralladoras de gran calibre que se sitúan en la trayectoria de los drones, tienen un 40% de éxito en el derribo de los Shahed. Así lo detalló el 22 de junio el jefe de las Fuerzas Armadas ucranias, Oleksandr Sirskii. Pese a ello, según Sirskii, continúan siendo la pieza más importante de la defensa antiaérea. Para mejorar su eficacia, el coronel en la reserva Oleg Zhdanov explicó el 24 de junio en TSN que son necesarias ametralladoras de mayor calibre. El problema es que hay muy pocas unidades en manos de Ucrania y su munición más efectiva también es limitada.

Un militar de las defensas antiaéreas en Zaporiyia, en el sur de Ucrania, detalló esta semana a EL PAÍS, bajo la condición de mantener el anonimato, que la mejor manera de abatir los Shahed es con cañones de un calibre mayor de 20 milímetros, con detonación del proyectil a distancia, sin necesidad de tocar el objetivo. Este calibre pueden alcanzar una altura de dos kilómetros, según explica este militar.

Cañones antiaéreos de mayor calibre, como el alemán Gepard, de 35 milímetros de calibre, pueden llegar a los tres kilómetros de altura; y los soviéticos ZU-23, a más de dos kilómetros. Los Shahed, cuando están próximos al objetivo, descienden a una altura de entre 1.500 y 500 metros, según ha explicado en su canal de Telegram el analista militar Alexander Kovalenko.

Misión peligrosa para los F-16

Sirskii confirmó también que se están utilizando aviones de combate como los estadounidenses F-16 o los soviéticos MiG-29 para interceptar a los drones. Estas operaciones, sin embargo, suponen un elevado riesgo para aeronaves tan valiosas y de las que Ucrania tiene pocas unidades. Las Fuerzas Aéreas ucranias perdieron precisamente un F-16 y a su piloto en la madrugada de este domingo. El caza estaba operando para abatir el ataque con más de 470 drones y 60 misiles disparados por Rusia.

La opción prioritaria para Kiev es invertir en drones interceptores. Así lo afirmó Zelenski el 21 de junio, que estableció en un 70% su efectividad de derribo de los Shahed.

Ucrania, según dijo su presidente, ha firmado con Alemania y Canadá programas para la producción a gran escala de estos drones interceptores. Estos aparatos son detonados a distancia cuando están cerca del Shahed. En las noches de bombardeos pueden identificarse porque tienen una luz de posición. Esto es, según el militar de Zaporiyia, para que las unidades antiaéreas los reconozcan como drones propios.

Otro cambio, según Zhdanov, es que ahora su enemigo concentra el ataque en pocos objetivos. Decenas de Shahed se precipitan sobre su objetivo para desbordar a las defensas antiaéreas. Más de un 80% de estos drones son derribados, pero unos pocos consiguen superar la barrera. El ejército ruso continúa operando con bombardeos combinados para saturar todavía más los sistemas antiaéreos: tras varias oleadas de Shahed, disparan misiles de crucero y balísticos que alcanzan la zona del objetivo coincidiendo con los drones.

Rusia emplea además como drones de distracción a los Gerber, una aeronave no tripulada de forma parecida al Shahed, pero que no carga explosivos y cuya única función es volar y confundir a los antiaéreos. Cerca de la mitad de los drones que utiliza Rusia en los ataques son estos aparatos de distracción.

Otra variación en los Shahed es que ahora son más letales. El ejército ucranio ha identificado un Shahed armado con una bomba termobárica y varios con munición de racimo. Zhdanov añade que si antes podían cargar 30 kilos de explosivo TNT, ahora pueden llevar 100 kilos. Esto hace que recorran distancias menores, entre 700 y 1.000 kilómetros, suficientes para ser disparados desde Rusia o desde los territorios ocupados y alcanzar la mayor parte de Ucrania.

Los estragos en muertes entre la población civil son cada vez mayores. Los dos últimos grandes ataques sobre Kiev dejaron 40 fallecidos. Y el 24 de junio, un bombardeo en la ciudad de Dnipró y su periferia causó 20 muertes y 300 heridos. Rusia alega que estas bajas civiles se producen porque sus viviendas se encuentran en las proximidades de objetivos militares.

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Los Flecos Del Ataque De Trump A Irán: El Uranio Desaparecido, Las Centrifugadoras Y Los Sitios Nucleares Secretos

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El pasado sábado, horas antes de que dos bombarderos B-2 estadounidenses atacaran esa noche la planta de enriquecimiento de uranio de Fordow, a unos 96 kilómetros al sur de Teherán, un satélite fotografió la entrada de ese lugar sepultado a entre 80 y 100 metros de profundidad. La imagen mostraba un convoy de 16 camiones de gran tonelaje. También maquinaria pesada. Washington bombardeó luego esas y otras instalaciones clave -Natanz e Isfahán— . Con esa arremetida, Estados Unidos garantizó “la destrucción total” del programa nuclear iraní, clamó Donald Trump. El presidente lo reiteró luego en sus redes sociales, donde habló de daños “monumentales” en “todas las instalaciones nucleares de Irán“. “¡En el blanco”, zanjó con una de esas frases lapidarias que tanto le gustan.

Las imágenes satelitales de esas tres instalaciones bombardeadas muestran daños pero, al menos en Fordow, no tan monumentales, al menos en apariencia. Sobre todo, porque el tipo de bomba que Washington utilizo allí —la potente antibúnker GBU-57— no explota al tocar la tierra, sino en el subsuelo, y solo deja en superficie unos agujeros que Jesús Pérez Triana, experto en seguridad y defensa, compara con el “mordisco de una serpiente”. Eso es lo que se ve en esas imágenes: seis orificios o cráteres de entrada no excesivamente grandes, dos en cada una de las dos entradas principales de la planta y otros dos en el conducto de ventilación.

Ello no quiere decir que los daños en esa planta crucial no sean “muy significativos”, como aseguró este lunes el director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de la ONU, Rafael Grossi, pero sí que, al contrario de lo afirmado por Trump, esas imágenes no son tan descriptivas. Como aseveró el propio Grossi, aún es pronto para determinar hasta qué punto esa instalación y las otras dos citadas han quedado totalmente destruidas.

Sin una evaluación independiente de los daños, la evaluación del impacto real del ataque de Estados Unidos sigue teniendo cuestiones abiertas. Por ejemplo, la casi certeza, confirmada incluso de forma implícita por el propio vicepresidente J. D. Vance, de que —en preparación de un ataque con el que Trump llevaba días amenazando—, Irán se llevó antes de sus instalaciones nucleares los 400 kilogramos de uranio altamente enriquecido —al 60%, poco menos del 90% que se precisa para fabricar armas nucleares— que el OIEA calculó en mayo que tenía en su poder, en un informe que Israel utilizó para justificar el ataque contra Irán que comenzó el 13 de junio.

Esos camiones que desfilaron ante la entrada de la fortificada planta de Fordow no solo pudieron llevarse ese uranio. También equipamiento como las centrifugadoras que sirven para enriquecerlo y que son otro de los objetivos declarados de los ataques israelíes y estadounidenses. En su camino de ida, algunos de esos vehículos, según han dicho autoridades iraníes citadas por los medios del país, transportaron tierra y otros materiales destinados a sellar las entradas y salidas de los túneles subterráneos de la planta y así contener una posible explosión.

Experiencia autóctona

Sacaran o no las centrifugadoras de Fordow, Irán sigue teniendo el conocimiento necesario para fabricarlas, destaca en un análisis Daria Dolzikova, investigadora principal del programa de Política Nuclear y Proliferación del centro de estudios británico RUSI. El programa nuclear de ese país “tiene décadas de antigüedad y se basa en una amplia experiencia autóctona”, por ello, destaca esta experta, “la eliminación física de la infraestructura del programa, e incluso el asesinato de científicos iraníes, no será suficiente para destruir el conocimiento latente que existe en el país”.

“Irán cuenta con una amplia experiencia que le permitirá en algún momento reconstruir los aspectos del programa que hayan sido dañados o destruidos”, concluye Dolzikova.

El experto en Estudios Estratégicos de Disuasión Nuclear Guillermo Pulido considera, por su parte, que este ataque probablemente no ha sido “decisivo”. Y cita el caso de Fordow, unas instalaciones para las que ”la única opción de destrucción completa sería mediante una bomba atómica antibúnker”, asegura este investigador.

La analista del centro RUSI alude en su documento a otra de esas cuestiones pendientes que el ataque de Washington ha dejado en el aire: las instalaciones nucleares secretas y no tan secretas de las que sigue disponiendo Irán y que aún no han sido bombardeadas. Una es la de Kolang Gaz La, que se encuentra muy cerca de la planta de enriquecimiento de Natanz, al sureste de la capital. A Natanz, al sureste de Teherán, se la considera la principal instalación iraní para enriquecer uranio. Según el OIEA, esa planta quedó muy dañada en los ataques israelíes de la semana pasada.

De Kolang Gaz La, en la que los inspectores del OIEA aún no habían penetrado, se sabe poco. Solo que es enorme, hasta 10.000 metros cuadrados, y que sus salas están sepultadas a entre 80 y 100 metros de profundidad, aún más que Fordow, de acuerdo con un análisis de abril del Instituto de Estudios Internacionales de Seguridad (ISIS en sus siglas en inglés).

Incluso las propias autoridades israelíes han enfriado el ardor triunfalista de Trump. Un análisis inicial del ejército israelí, citado por The New York Times este domingo, concluyó que Fordow ha sufrido graves daños, pero no está completamente destruida. El diario estadounidense menciona también a dos funcionarios israelíes de inteligencia que confirmaron que Irán había sacado equipo y uranio de esa y otras plantas nucleares en los últimos días. En concreto, esos 400 kilogramos de uranio enriquecido al 60%, suficientes en teoría para fabricar unas nueve bombas nucleares.

Sin destrucción completa

Tanto el vicepresidente J. D. Vance como el secretario de Defensa, Pete Hegseth, se han mostrado a su vez después menos entusiastas que Trump al mencionar “graves daños y destrucción”, pero no “destrucción completa”. Vance incluso ha reconocido que el destino de ese uranio es una de las cuestiones que se tendrían que abordar con las autoridades iraníes, en caso de que acepten la exigencia estadounidense de volver a la mesa de negociación sobre su programa nuclear.

Un analista con buenas fuentes en las autoridades iraníes que ha hablado con este diario desde Teherán bajo condición de anonimato confirma que “hace días” que las autoridades iraníes “sacaron de Fordow todos los equipos sensibles”. Luego recalca que “si Irán decidiera dar el paso nuclear”, en alusión a fabricar armas atómicas, “no lo haría en Fordow”. Eso “estaba ya claro antes de los ataques”, zanja.

Pérez Triana ni siquiera cree que la Administración de Trump tuviera como prioridad esos “resultados definitivos” al lanzar una operación que, pese a su espectacularidad, define como “un ataque conservador de bajo riesgo”. En su opinión, Washington pretendía “empujar a Irán a entender que Estados Unidos va en serio”.

“La operación de Trump fue limitada con el propósito de llevar a Irán a una mesa de negociación donde EE UU pueda partir de una base de fuerza”, destaca este experto. En su opinión, el mensaje era que “Washington puede volver a atacar; Israel es un perro loco y los aliados regionales de Irán (Hezbolá y Hamás) están fuera del tablero”. Alude así a la frase que se suele atribuir al militar y político israelí Moshé Dayan: “Los enemigos de Israel tienen que percibirnos como a un perro loco: demasiado peligroso para que nadie lo moleste”.

Pulido duda de la “utilidad” de este ataque, sobre todo porque en 2024 ya se sabía que Irán estaba “dispersando parte de su programa nuclear, sus centrifugadoras y otro equipamiento”. Ese ataque no tan “decisivo” para el futuro del programa nuclear como lo plantea Trump, “puede desencadenar además una dinámica regional bastante peligrosa”.

La acción militar estadounidense en la región, señalaba en su análisis Daria Dolzikova, ha sido, por el contrario, en el pasado “uno de los factores que han impulsado los avances de Irán en su programa nuclear”. El hecho de que Washington haya atacado por primera vez de forma directa territorio iraní, incluso si este lunes Trump anunció una tregua entre Israel e Irán, “podría muy bien llevar a Teherán a decidir que la única opción que les queda para una disuasión nuclear efectiva es desarrollar capacidad de armas nucleares”.

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