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Muere A Los 97 Años Marcel Ophüls, Autor Del Incómodo Documental Sobre La Francia De Vichy

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En 1971 se estrenó en un pequeño cine de París un documental de más de cuatro horas titulado La tristeza y la piedad. Era la “crónica de una ciudad francesa” bajo el régimen de Vichy. Fue un estreno discreto, pero que escandalizó al país, pues le ponía frente a una verdad incómoda: su papel durante la ocupación nazi. Marcel Ophüls, su autor y considerado como el padre del documental histórico moderno, murió este sábado a los 97 años en su casa del suroeste de Francia. Siempre quiso hacer ficción, pero acabó firmando una de las grandes obras maestras del género, una lección de historia que desmontaba el discurso heroico que París había construido sobre su resistencia.

Nació en Fráncfort (Alemania) en 1927, pero vivió errante. Hijo del cineasta de origen judío Max Ophüls (autor de Carta de una desconocida o Lola Montes) y de la actriz Hilde Wall, salieron de Alemania en 1933 y se instalaron en Francia, de donde huyeron de nuevo en 1941 rumbo a EE UU. El exilio marcó su obra, aunque dijo haberlo vivido “como un privilegio, una forma de enriquecimiento personal”, por la posibilidad de conocer otras culturas. “El exilio era una pérdida, pero también había una parte de ganancia”, dijo en una entrevista a Lesinrocks.

Trabajó como asistente de dirección con su padre, pero hasta que no murió éste, en 1957, no arrancó su primer proyecto. Hizo un primer documental y luego algunas cintas de ficción, entre ellas Cáscara de banana, con Jean-Paul Belmondo y Jeanne Moreau. En 1969, junto con dos periodistas, y por encargo de la televisión pública, rodó La tristeza y la piedad. La idea era contar, a través de imágenes de archivo y entrevistas, la vida en una ciudad ocupada, Clermont-Ferrand, entre 1940 y 1944. Este es el escenario en el que van desfilando algunos de los protagonistas de la época (militares, políticos, ciudadanos corrientes, ex soldados o resistente), que revelan, con sus testimonios, todas las contradicciones de la sociedad francesa en aquellos años.

Francia, en los años 70, no estaba preparada para este examen de conciencia y la cadena pública francesa se negó a emitir el documental. Se estrenó en el cine estudio de Saint Séverin, en París, gracias a la intermediación del director François Truffaut, amigo de Max Ophüls. Después se proyectó en otras salas, con éxito, pero la cadena seguía sin querer emitirlo. El director de entonces, Jean-Jacques de Bresson justificó: “Esta película destruye los mitos que los franceses aún necesitan”. Simone Veil, que entonces estaba en el consejo de administración de la cadena, dijo que ensuciaba la imagen de Francia. No se vio por fin en las televisiones hasta 1981.

Sus defensores, entre ellos el propio Truffaut, reivindicaron el compromiso y la valentía de su trabajo, pero él siempre lo minimizó. “No podemos creer que el cine es una herramienta pedagógica. Incluso esa idea tan extendida de que La tristeza y la piedad ha cambiado el punto de vista de Francia y de los franceses sobre su propia historia, en mi opinión, es propaganda” de los coautores, dijo, en referencia a los periodistas André Harris y Alain de Sédouy, que colaboraron en la realización de las entrevistas.

Ophüls acabó haciendo documental y no ficción, pero lo original de su obra está en el cruce de ambos: aportó al primero elementos del segundo, a través de esas entrevistas que “no son entrevistas, sino conversaciones” y el montaje ágil. “Yo no he inventado el montaje, pero creo haber desarrollado una forma de relato de no ficción que no existía antes, utilizando la misma receta de base”, dijo a Le Monde.

Marcel Ophüls en un momento del documental La tristeza y la piedad'.

Hizo otros documentales, que se emitieron sobre todo en el extranjero, pero ninguno con tanto éxito. La memoria de la justicia, que se presentó en el Festival de Cannes en 1976 y aborda el contexto político que hace posible los crímenes de guerra, o Días de noviembre (1990), tras la caída del muro de Berlín. Ganó un Oscar en 1988 con Hotel Terminus (1988), sobre el criminal nazi Klaus Barbie, “el carnicero de Lyon”, que se refugió en Bolivia. Empezó un proyecto con el cineasta Jean-Luc Godard sobre el conflicto en Israel, que no llegó a materializarse, y otro titulado Verdades desagradables, sobre la misma temática y que tampoco vio la luz. En 2013 estrenó en Cannes Un voyageur, sobre sus recuerdos en EEUU y Francia.

Se definía como alguien “lleno de contradicciones”. Él mismo se casó con una mujer que había estado en las juventudes hitlerianas. Contó, como anécdota, que cuando vivía en Hollywood con sus padres, trabajó de figurante en Por qué luchamos, de Frank Capra, y tuvo que cantar y hacer el saludo nazi.

Uno de sus mejores prescriptores fue Woody Allen, que le rinde homenaje en la película Annie Hall. El protagonista que interpreta intenta convencer sin éxito a su pareja, Annie (Diane Keaton), para ir a ver el documental de Ophüls. Es al final del filme cuando sucede: cuando ya están separados y se reencuentran en la cola de un cine donde Annie ha llevado a su nueva pareja para ver La tristeza y la piedad.

Acoso sexual

Un Juez Desestima La Demanda Por Difamación De 400 Millones De Dólares De Justin Baldoni Contra Blake Lively

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Un juez estadounidense ha desestimado este lunes la demanda por difamación de 400 millones de dólares del actor Justin Baldoni contra la actriz Blake Lively, quien había acusado a Baldoni de acosarla sexualmente durante el rodaje de la película Romper el círculo (Baldoni, 2024), además de contra su marido, el también actor Ryan Reynolds y su publicista Leslie Sloane. Además, había puesto otra demanda de 250 millones contra el periódico The New York Times, que también ha sido desestimada.

El juez opina que Baldoni y su equipo no ha demostrado que los acusados hayan actuado con malicia o de forma intencional, un requisito indispensable para que se les pueda considerar responsables. El equipo de Baldoni no ha reaccionado públicamente al fallo.

El caso comenzó a finales de 2024: Lively demandó a Baldoni por acoso sexual y le acusó de haber creado una enorme y millonaria campaña de desprestigio contra ella. Y lo hizo a través de un largo artículo en The New York Times, We Can Bury Anyone’: Inside a Hollywood Smear Machine (’Podemos enterrar a cualquiera’: dentro de la máquina de la difamación de Hollywood), publicado en el diario estadounidense el pasado 21 de diciembre.

La investigación de The New York Times describe, a lo largo de más de 4.000 palabras y con la firma de tres reporteros, el acoso del que fue víctima Lively a través de documentos internos, mensajes y frases como: “[Baldoni] entró en distintas ocasiones, y sin haber sido invitado, en su camerino cuando ella se encontraba desvestida o incluso amamantando”. Se afirmaba que el director y coprotagonista de Romper el círculo había intentado destrozar su autoestima burlándose de su físico. Y que le confesaba intimidades, como hipotéticas infidelidades o su adicción a la pornografía. Lively, contaba en el artículo, tuvo que poner límites por contrato. Le pidió, por ejemplo, que no añadiera más escenas de sexo al rodaje.

Apenas 10 días después, Baldoni contrademandaba a Lively y a The New York Times, por 250 millones de dólares. Les acusaba de presentar los hechos de manera “descontextualizada y manipuladora”. Acusaba al periódico de “cherry picking”: es decir, de utilizar únicamente los datos que refuerzan la historia y omitir los que la debilitan. Los denunciantes consideraban que el diario había violado su privacidad para reconstruir el presunto acoso a Lively y que había empleado comunicaciones y mensajes fuera de contexto en un intento deliberado por confundir al lector, según publicó Variety. A la actriz le acusaba de lo mismo que ella a le acusa a él: de crear una campaña para hundirle con “falsas alegaciones de abuso para tomar de manera unilateral el control de la producción”.

Este caso de las denuncias cruzadas se ha ido complicando con el tiempo. En un momento del proceso Baldoni decidió citar como testigo del futuro juicio a la superestrella del pop Taylor Swift, amiga íntima de Blake Lively, pero luego se retractó. A pesar de todo la amistad de Taylor con Lively pareció resentirse tras el vaivén judicial.

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Cine

Jafar Panahi, Ganador De La Palma De Oro: El Director Iraní Que La República Islámica Odia

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¿De verdad piensa que podrá volver a Teherán? El pasado jueves, en una azotea de un edificio en Cannes, Jafar Panahi (Miyaneh, 64 años) respondía con absoluta tranquilidad a esta pregunta de EL PAÍS. “Sí, ¿por qué no?”. ¿No le da miedo el riesgo que ha asumido, porque no solo ha rodado a escondidas una película, cuando lo tiene prohibido, sino que puede ganar la Palma de Oro de Cannes? “Puede que te suene raro, pero más se está jugando el pueblo iraní”. Este sábado, con el trofeo en la mano, el galardonado aseguró: “Lo más importante es nuestro país y lograr su libertad. Hagamos que llegue ese momento juntos, un momento en el que nadie se atreva a decirnos qué debemos vestir, y qué debemos o no hacer”.

A inicios del siglo XXI, Panahi era un director de prestigio, con películas como El globo blanco (1995) y El espejo (1997). En 2000 ganó con El círculo el León de Oro de Venecia. Y a la vez comenzó a acentuarse su perfil político. Con Fuera de juego (2006), en la que contaba las desventuras de las mujeres de su país por ir a los estadios de fútbol a ver a su equipo favorito, ahondó en la distancia creciente entre sus compatriotas y los ayatolas. En 2010 fue detenido por primera vez, junto a su esposa y una quincena de invitados, en su casa de Teherán: su delito, apoyar a Mir Hosein Musavi, el principal líder de la oposición del entonces presidente Mahmud Ahmadineyad. Tras varios meses en prisión, e incluso iniciar una huelga de hambre, volvió a su hogar para sufrir arresto domiciliario. De ahí que Esto no es una película (2011) estuviera filmada en su piso, y explorara su frustración por no rodar. La película salió de Irán escondida en un pendrive.

Mientras en Europa recibía numerosos apoyos (en 2010, Juliette Binoche ganó en Cannes el premio a mejor actriz por Copia certificada, de Abbas Kiarostami, y recogió el galardón con un letrero con el nombre de Panahi), el cineasta comenzó su carrera de artista prohibido, filmando en secreto Taxi Teherán (Oso de Oro en 2015), Tres caras (2018) y Los osos no existen (2022), rodada en la frontera con Turquía. En todas Panahi se interpreta a sí mismo o a un personaje similar a él. Y mientras, proseguía la represión. En julio de 2022, el otro gran represaliado, Mohammad Rasoulof, fue detenido. Panahi le dedicó un post en su cuenta de Instagram y condenó la “constante represión” que sufrían los artistas iraníes. A los tres días se acercó a la cárcel a preocuparse por Rasoulof, y también fue detenido y encarcelado. A la semana fue condenado a seis años de cárcel por los hechos de 2010. Ambos vivieron juntos en prisión las protestas de las mujeres, y ambos han dedicado sus últimas películas a las experiencias que sufrieron en sus celdas. Liberados, Rasoulof decidió huir a Alemania y Panahi, que ahora mismo solo tiene prohibido rodar, se lanzó a filmar.

Un simple accidente, que ya tiene distribución en España, habla de torturadores y torturados, de la venganza y cómo marca de manera distinta a cada persona. El iraní realizó la posproducción en Francia, volvió a casa y ahora en la Costa Azul ha recogido los parabienes por su trabajo. “Cuando haces un filme, primero tienes que estar satisfecho con tu vida, al menos así lo veo yo”, contaba a EL PAÍS en Cannes. “Cada película, a su vez, supone un reto, desde la primera pregunta que me planteo, que es: ‘¿De verdad es necesaria?“. Y sobre lo que escuchó en la cárcel, apuntaba: ”Hay que gente que llevaba años allí, yo me he librado. Me quedé con una pensamiento: que el día en que se acabé este régimen, seamos capaces de superarlo sin violencia. Que la violencia finalice con ellos”.

El cineasta se niega a ser pesimista ante el Régimen Islamista que gobierna en su nación: “No puedo, no debo. Primero, porque soy padre. Segundo, porque entonces sería otro derrotado más. Y tercero, porque confió en las mujeres iraníes. Fíjate en que el torturador de Un simple accidente no mira a las mujeres a la cara. Son el futuro y ellas ya poseen el poder de cambiar”.

A su vez, su propia familia ha sido la primera en sufrir sus problemas legales, sus 88 días de huelga de hambre en 2010 y sus pasos por la prisión. “Mi hijo vive fuera, mi hija está allí. ¿Cómo no pensar en ellos? Bueno, nos hemos construido en la fortaleza ante las adversidades”. Y vuelta a su futuro: “Tengo ya un proyecto en marcha. Es un guion que manejé hace 20 años, y durante un lustro intenté levantar. Ahora voy a por él, y sí, rodaré en Irán”.

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