Una docena de ataques rusos han alcanzado la gasolinera en la que trabaja como única empleada Lilia, de 45 años, en la carretera que conduce a la disputada y estratégica ciudad ucrania de Pokrovsk (Donetsk) desde la región de Dnipropetrovsk. Los impactos han convertido la estación de servicio en un escenario de película, con uno de los surtidores calcinado, salpicaduras de metralla por todas partes y el voladizo metálico hecho un acordeón. Como si estuviera de clausura, la mujer atiende con una leve sonrisa desde detrás de una puertecilla de madera que abre solo para cobrar. Sorprende que negocios como este aguanten hasta tan última hora funcionando en una vía por la que pasan poco más que militares. “En cuanto se acabe el combustible que tenemos, cerramos”, aclara Lilia. Está a de 30 kilómetros de las posiciones rusas.
Con un despliegue estimado de unos 11.000 hombres —según los cálculos del propio ejército ucranio—, los soldados invasores están poniendo en aprietos a las tropas locales que, a duras penas, mantienen el control de Pokrovsk. Además de haberse infiltrado en pequeños grupos en la zona urbana, tratan de rodear toda la zona. “La situación más crítica se presenta ahora en el eje de Pokrovsk. Como en semanas anteriores, es allí donde los combates son más intensos y donde las fuerzas rusas están más concentradas”, señaló en la noche del miércoles el presidente ucranio, Volodímir Zelenski.
El mandatario ya reconoció el lunes que la proporción de militares es de ocho soldados rusos por cada soldado ucranio: la inferioridad numérica del ejército defensor es palmaria. Y el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas ha informado este jueves de que en las últimas horas este es el frente más encarnizado, con hasta 55 ataques enemigos.
El jefe del ejército ucranio, el general Oleksandr Sirski, se ha desplazado a la zona. Desde allí reconoce que “la situación es complicada”, aunque tacha de “propaganda rusa” el supuesto bloqueo de sus hombres aireado por Moscú, según ha escrito en sus redes sociales. En todo caso, advierte de que se están produciendo enfrentamientos urbanos. Pokrovsk supone un enclave logístico y de comunicaciones esencial para el control de Donetsk, la región oriental de Ucrania ansiada por Moscú desde 2014 y de la que Kiev, en este momento, solo controla un 30%.
Esa carretera de la gasolinera avanza hacia la zona roja que delimita las posiciones rusas y que ha ido trazando un círculo ya casi cerrado en torno a la ciudad, según el mapa de la web Deep State que van actualizando analistas militares ucranios. El cerco no está del todo completo —a pesar de lo que sostiene el presidente ruso, Vladímir Putin, refiriéndose incluso al bloqueo de miles de soldados locales que ha negado Zelenski— pero sí refleja el avance del invasor.
De hecho, en la mañana del miércoles el ejército ruso llegó a colocar su bandera en el acceso oeste de Pokrovsk, aunque la enseña fue poco después abatida a golpe de dron por los soldados ucranios que tratan de defender la plaza desde el verano de 2024, como muestran las imágenes de vídeo difundidas.
Putin ofreció esa tarde un alto el fuego de varias horas en Pokrovsk y Kupiansk —localidad de la región de Járkov también asediada— para que los reporteros pudieran comprobar la situación de esos soldados ucranios supuestamente rodeados. Aunque Kiev niegue una caída inmediata, algunos analistas locales creen que Pokrovsk va camino de convertirse en un nuevo Bajmut o Avdiivka, localidades arrasadas en esta región antes de caer.
Підарська ганчірка як з’явилася — так і зникла
Ганчірка на стелі “Покровськ” була виявлена приблизно о 9:40 і вже о 10:40 була знищена.
Ситуація в місті залишається складною, оскільки ворог продовжує затягувати піхоту. Станом на зараз Сили Оборони України докладають великих… pic.twitter.com/rRBAdoJFzF
“Cuando Putin habla de esos miles de ucranios rodeados, si de verdad Ucrania tuviera allí una docena de batallones creo que los rusos tendrían muy pocas posibilidades de éxito”, argumenta Oleksiy Melnyk, ex militar ucranio y director del Centro Razumkov de análisis. Desde el Instituto de Estudios de la Guerra (ISW, según sus siglas en inglés) coinciden: los rusos han avanzado en el este de Pokrovsk, “pero es poco probable que estos avances provoquen un colapso inmediato” de la ciudad.
El hecho de haber colocado esa bandera no otorga a los soldados rusos “pleno control”, sostiene en conversación telefónica Melnyk. “No hay control en la parte ucrania y no hay control total en la parte rusa”, según sus informaciones. En este momento, “el principal desafío [para los dos ejércitos] es la crisis logística”. “Si no se puede garantizar la logística a los soldados, no se puede recibir munición, armas, alimentos ni agua”. Tanto un bando como el otro tratan de llevar esos suministros con vehículos no tripulados por aire y por tierra, aunque a veces, añade Melnyk, los militares han de caminar durante kilómetros, desplazarse en bicicleta o en coches civiles.
Hechos como los de estas últimas horas han elevado el pesimismo en Kiev ante el avance enemigo, que, según militares citados por medios locales, han logrado infiltrar en pequeños grupos a unos 200 efectivos de infantería en Pokrovsk; algunos de ellos, incluso hasta la estación de ferrocarril. Esas fuentes dan cuenta de combates dentro de la ciudad. Las vías que atraviesan la localidad —que contaba con 60.000 habitantes antes de la gran invasión lanzada en 2022 y donde ahora quedan poco más de un millar de personas— separan las posiciones de los ucranios, al sur, y los rusos, al norte.
“Por primera vez, puedo decir que existe el riesgo de que se pierda Pokrovsk durante el mes de noviembre”, ha afirmado a una emisora el analista militar ucranio Denys Popovych, que sostiene que, si bien los rusos no han afianzado posiciones dentro de la ciudad, sí lo están haciendo en los alrededores.
Para Ucrania, “perder cualquier pueblo o ciudad es una gran tragedia”, apunta Oleksiy Melnyk. “Es cierto, Pokrovsk solía ser uno de los centros logísticos del este, pero no sé si aún se le puede considerar así, porque está prácticamente devastado. Repito, es una gran pérdida para Ucrania, pero ¿qué gana la otra parte? Esa zona está devastada”, agrega este exmilitar.
Desde el terreno, hay unidades locales que tratan de dibujar un panorama menos sombrío. “En Pokrovsk se están llevando a cabo batallas urbanas con grupos enemigos, que, gracias a una ventaja numérica en fuerzas y medios, han logrado colarse en la ciudad y situarse en diferentes zonas mientras los defensores llevan a cabo una resistencia activa”, explicaba el lunes en sus redes sociales el 7º Cuerpo de Reacción Rápida de las Fuerzas de Asalto Aerotransportadas de Ucrania. E informaba de la llegada de refuerzos como tropas de asalto, artillería y drones.
La estación de ferrocarril es la misma desde la que el tren-hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) evacuaba hace dos años a civiles heridos durante la batalla de Bajmut, en manos rusas desde 2023. La realidad ha cambiado de forma radical desde entonces. La aparición, en los últimos días, de cadáveres de civiles asesinados cerca de esas instalaciones ferroviarias ha supuesto un motivo de grave preocupación. El propio jefe de la administración militar regional de Donetsk, Vadym Filashkin, reconoce que ese puñado de vecinos que queda en el casco urbano —1.256, precisa él— no puede ni siquiera ser evacuado debido a la contienda que salpica este importante nudo de comunicaciones, fundamental para la logística del ejército ucranio.
Pokrovsk, junto a la vecina Mirnograd, se ha convertido en el frente más encarnizado de la región de Donetsk, que también cuenta en Konstiantinivka, otra ciudad casi sitiada a las puertas de Kramatorsk y Sloviansk, otro escenario crítico. Los choques se suceden por las calles de la ciudad, mientras los drones rusos ganan la supremacía del cielo. En una nueva estrategia bélica, los artefactos son colocados en las rutas de paso de las tropas locales para hacerlos estallar cuando estas se aproximen.
“Muchos operadores de drones ya han muerto en la ciudad”, advierte a través de mensajes publicados por Ukrainska Pravda un piloto de drones, que no descarta que “las brigadas que defienden Mirnograd puedan quedar cercadas” también. “Hay soldados ucranios muertos en nuestros caminos, pero nadie puede recuperarlos”, remarca. Este medio recoge testimonios de brigadas exhaustas y desasistidas, a lo que se une la complicada evacuación de heridos.
El asedio a Pokrovsk comenzó ya en verano del año pasado, pero no ha sido hasta un año después cuando el horizonte se ha ensombrecido para Kiev. En agosto, los rusos asestaron un golpe sorpresa que en septiembre las tropas locales trataron de contrarrestar obligando a los rusos a recular. Pero esa ofensiva parece no haber sido suficiente.
El presidente ruso, Vladímir Putin, ha advertido al estadounidense, Donald Trump, de que su país volverá a realizar pruebas con armas de destrucción masiva si Washington da el primer paso. Trump ordenó hace unos días retomar los ensayos de armas nucleares —paralizados desde hace más de 30 años— después de que el propio Kremlin probase nuevos misiles y drones submarinos capaces de llevar el apocalipsis a decenas de miles de kilómetros de distancia. En menos de tres meses, ambos presidentes han pasado de la camaradería que escenificaron en su reunión en Alaska en agosto a intercambiar amenazas de detonar bombas nucleares.
“Si Estados Unidos u otros participantes del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE) realizan estos test, Rusia también deberá tomar las medidas apropiadas”, ha subrayado Putin ante el Consejo de Seguridad ruso este miércoles. “Rusia siempre ha cumplido estrictamente sus obligaciones con el tratado y no tenemos planes de incumplirlas”, aseguró el dirigente ruso ante los principales responsables de los aparatos de seguridad y defensa de la nación. Pero a continuación matizó que Moscú considerará el pacto papel mojado si otro país lo incumple.
Las autoridades rusas escenificaron así un claro mensaje a Washington, aunque dejaron abierta la posibilidad de dar marcha atrás. Algunos miembros del Consejo de Seguridad ruso manifestaron que no estaba claro qué había querido decir Trump al anunciar a través de su red social la reanudación de los test estadounidenses “en igualdad de condiciones” con “los programas de pruebas nucleares llevados a cabo por otros países”.
Lo que se suponía que iba a ser una reunión ordinaria del Consejo de Seguridad ruso sobre asuntos de transportes se convirtió de pronto en un aviso a Estados Unidos a través de las apelaciones a Putin de sus altos cargos.
El presidente de la Duma Estatal, Viacheslav Volodin, abordó la cuestión de la supuesta necesidad de realizar pruebas nucleares durante su turno de palabra. Posteriormente, el ministro de Defensa, Andréi Belousov, declaró que sus fuerzas están preparadas para detonar una cabeza nuclear.
“Es recomendable comenzar de inmediato los preparativos para las pruebas nucleares a gran escala. La disponibilidad del sitio de pruebas de Nóvaya Zemlya permite su rápida realización”, manifestó Belousov.
Este archipiélago del círculo polar ártico fue uno de los principales sitios de pruebas nucleares de la Unión Soviética. Moscú no ha realizado ningún test, al menos oficialmente, desde 1990, el año previo al desmoronamiento de la URSS. Tanto el Kremlin como la Casa Blanca firmaron el tratado en 1996 con el compromiso de poner fin a todas las pruebas nucleares, pero el Parlamento estadounidense nunca lo ratificó y Putin revocó su aprobación en el 2023.
Tanto el exministro de Defensa y actual presidente del Consejo de Seguridad ruso, Serguéi Shoigú, como el jefe del Servicio de Inteligencia Exterior, Serguéi Narishkin, declararon haber intentado recabar información de su contraparte norteamericana sin éxito. “No comprendemos del todo las medidas y acciones que tomará Estados Unidos”, admitió Shoigú.
Salto cualitativo
A pesar de las buenas palabras mutuas que se han dirigido Putin y Trump durante las negociaciones sobre el futuro de Ucrania, su carrera armamentista ha dado un salto cualitativo este año.
Trump anunció en mayo el futuro despliegue de un sistema antimisiles espacial cuyo coste inicial se estima en 175.000 millones de dólares. Su Cúpula Dorada, integrada por una avanzada red de satélites e interceptores, protegerá, en teoría, todo el territorio estadounidense ante un eventual ataque por cualquier punto de su frontera.
Rusia, por su lado, ha probado en los últimos días dos armas que Putin definió como “invencibles” durante su presentación al mundo en 2018. Se trata del dron submarino Poseidón y el misil 9M730 Burevéstnik, ambos alimentados por motores nucleares. A pesar de su baja velocidad, inferior a la del sonido, su punto fuerte es su alcance ilimitado: el Poseidón puede navegar miles de kilómetros sin ser detectado, y el Burevéstnik es capaz de rodear todo el Pacífico para atacar por el flanco sur norteamericano, menos defendido.
No obstante, la Cúpula Dorada de Trump es capaz, al menos en teoría, de desactivar esta amenaza. Este desequilibrio estratégico provocó la ira de Putin, que enfatizó en septiembre que no descarta incluso una escalada militar. “Recalco, y nadie debe dudarlo, que Rusia es capaz de responder a cualquier amenaza existente o emergente, y esta respuesta no será verbal, sino mediante el uso de medidas técnico-militares”, apuntó entonces el dirigente ruso.