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Saidnaya, El Centro De Tortura Y Muerte Del Régimen Sirio
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3 weeks agoon

Una noche en Homs compartí el iftar, la comida con la que se rompe el ayuno del Ramadán, con un hombre de 33 años llamado Ismail al Ghantawi. El apartamento, modesto pero correctamente amueblado, pertenece a su familia política. Su propio apartamento, en el barrio de Baba Amr, ha sido destruido. La comida está dispuesta sobre un mantel extendido en el suelo entre los sofás. Ismail, un hombre de rostro demacrado y rasgos afilados, con una perilla bien cuidada y gafas finas, nos recibe en compañía de su hijo Ali, un niño de 10 años, de aspecto despierto e inteligente. Su mujer, como es habitual entre las familias suníes conservadoras de Siria, permanece oculta durante nuestra visita, y nunca llegaré a conocerla. Frágil y tímido, Ismail es un superviviente de Saidnaya, el “gulag de Bachar el Asad”, una prisión de pesadilla donde ha pasado los últimos 11 años de su vida.
Él no quiere hablar de ese infierno, pero hoy ha accedido a hacerlo por respeto a uno de sus compañeros de prisión, Mahmud, primo de Moawiya, el exactivista revolucionario que me acompaña. Durante la comida, Ismail relata su historia a borbotones, entre dos cigarrillos prendidos casi uno tras otro, en una mezcla caótica de épocas, con detalles que hasta hoy laceran su memoria. Mi reconstrucción de su relato es la siguiente:
De recién casado, al comienzo de la guerra civil, se refugió con su mujer en Líbano, y encontró trabajo en una ONG musulmana que ofrecía ayuda a los huérfanos sirios y libaneses. En 2014, cuando su mujer estaba embarazada de dos meses, fue secuestrado en un barrio suní de Trípoli por los servicios de inteligencia militar del régimen sirio, trasladado ilegalmente a Siria y acusado de financiar actividades terroristas. Durante meses fue interrogado por diferentes ramas de los servicios secretos, primero en Homs y luego en Damasco.
Querían extraerle información sobre los miembros de la resistencia de su barrio natal, entre ellos Abu Othman, conocido como Jeddi (“el abuelo”, un activista que conocí a principios de 2012 y que desapareció poco después, detenido y torturado hasta la muerte). Luego le explicaron que el acta inicial no era suficiente, que había que ampliarla. Ismail, a fuerza de torturas, acabó estampando su huella dactilar en páginas y páginas de confesiones inventadas en las que se le acusaba de ataques a barrios alauitas de Homs, violaciones de mujeres, etcétera. “Nunca en tu vida volverás a ver la luz del sol”, le decía uno de los interrogadores.

En la prisión de Qaboun conoció a otro hombre de Baba Amr que, al ser puesto en libertad, informó a su familia, que hasta entonces no había tenido noticias de él. Allí fue donde se enteró del nacimiento de su hijo, al que solo vería tres veces en visitas fugaces durante todos los años de encarcelamiento. En septiembre de 2015 por fin fue juzgado, junto con otros 44 hombres en tan solo 15 minutos, por Mohamed Kanjo, un juez militar conocido por sus sentencias expeditivas: pena de muerte. Sin embargo, tres de los hermanos de Ismail habían fallecido ya, y su familia pagó una pequeña fortuna para que se declarara igualmente muerto a su último hermano. De este modo, al ser legalmente hijo único, según establece la ley siria, su pena tuvo que ser conmutada por cadena perpetua.
Inmediatamente después del juicio, fue enviado a Saidnaya en un transporte con otros 150 hombres, todos encadenados entre sí: “En Qaboun, donde había estado detenido hasta entonces, los más veteranos nos habían advertido: nunca miréis a los guardias a los ojos, no les gusta. Mantened la mirada fija en vuestros pies, nos decían. El vehículo de transporte era un camión frigorífico. En cuanto bajaron la puerta trasera, nos empezaron a golpear con barras de hierro, látigos de goma de neumático y picanas para ganado. El dolor y el ruido eran aterradores. Nos tumbaron en el suelo y nos ordenaron que mostráramos en alto nuestro documento de identidad. Luego gritaron: ‘¡Y ahora os quedáis como cuando salisteis del coño de vuestras madres!’. Nos desnudamos. Después: ‘¡De pie! ¡Uno detrás de otro, con la cabeza en el culo del de delante!’. Y a caminar. Nos hicieron bajar a un sótano en la oscuridad más absoluta; apenas veías al de delante. Allí abajo nos hicieron tumbarnos con las piernas en alto y volvieron a apalearnos durante media hora: ‘Si rechistáis, podéis daros por muertos. El que quiera saber lo que es un cadáver, que intente gritar’. Junto a mí, un hombre de unos 50 años, incapaz de soportar los golpes, dejó escapar un grito, y un guardia le golpeó en la cabeza. Me salpicó su sangre. Fue la primera vez que vi matar a alguien”.
“Después nos metieron a 10 junto con el muerto en una celda para dos, y nos explicaron las reglas: prohibido hablar de política, religión o cuestiones étnicas, prohibido rezar o ayunar. Dormíamos sobre el suelo desnudo, apretados unos contra otros para darnos algo de calor. Al día siguiente por la mañana se llevaron el cadáver. Al cabo de 12 días nos sacaron de allí, nos volvieron a golpear y nos dieron uniformes llenos de piojos y otros parásitos; luego nos llevaron arriba para meternos en otra celda. Eran 36; uno que tenía estudios fue designado como el “chulo” de la celda, y le golpearon sin descanso mientras le daban órdenes: “Pase lo que pase en la celda, las siete baldosas frente a la puerta estarán siempre libres. Esa puerta es como el coño de vuestra hermana: si la tocáis, ya sabéis lo que os espera”. La última orden se refería a los muertos: “Cuando moría uno de nosotros, al día siguiente teníamos que anunciar: ‘¡Hay un muerto!’, y luego colocarlo con las piernas y los brazos cruzados frente a la puerta, para que pudieran apilar los cadáveres como ladrillos”, prosigue.
A los detenidos apenas les daban de comer: solo una o dos aceitunas y una o dos cucharadas de yogur por persona, que tiraban al suelo, a menudo cerca de los retretes. Los hombres tenían que comer en el suelo, a veces de rodillas con las manos a la espalda: “Comed como cerdos, como vacas”, les espetaban. Había muchos casos de enfermedades hepáticas y de tuberculosis. Los que enfermaban eran trasladados a la enfermería, donde el médico de la prisión a menudo se divertía golpeándoles hasta la muerte. En cualquier caso, nadie regresaba de ahí con vida. Ismail sobrevivió gracias a su familia, que a lo largo de los años pidió prestadas sumas considerables, miles de dólares, para que le trasladaran temporalmente a otra prisión, en Baloné, donde podía comer un poco mejor y recuperar fuerzas. “Cuando por fin salí de ahí y me ponían comida delante, no me lo podía creer. No era capaz de meterme la cuchara en la boca”. Ni siquiera en sus periodos en Baloné veía la luz del día: “Pasé cinco años sin ver el sol. Los suníes lo teníamos realmente muy mal. En la cárcel, los criminales alauíes recibían un trato mucho mejor, y eran ellos quienes imponían las reglas del juego entre los presos”.

Al final de la comida, Ismail me muestra un vídeo de su liberación: en el oscuro pasillo del bloque, en medio de un ruido indescriptible y de los disparos de los rebeldes que revientan las cerraduras de las puertas, los hombres gritan, bailan, corren, lloran, invocan a Dios. Ismail, demacrado, con la cabeza rapada, se sujeta la cabeza con las manos y luego intenta dirigir a sus liberadores hacia otras celdas. Cada vez que se fuerza una puerta, una marea de hombres sale gritando “¡Alá es grande!” y abrazando a sus salvadores; en el suelo, dos hombres discapacitados intentan arrastrarse hacia la salida. Era el pasado 8 de diciembre, hacia las tres de la madrugada. A las diez de la noche, gracias a unas personas que habían llegado hasta allí para recuperar a uno de sus compañeros de detención, Ismail ya estaba en Homs.
Cuando por fin volvió a ver a su hijo, este no habló durante tres días. “¿Y ahora?”. “Ahora está un poco celoso de que su padre duerma con su madre, y él tenga que dormir solo en el salón. Pero ya se le pasará. Su madre ya está embarazada de dos meses”. Sonríe, y esa sonrisa ilumina su rostro demacrado: “Todo va bien”. Tiende la mano para acariciar el pelo del pequeño Ali. “Todavía tengo muchas pesadillas”, dice finalmente en voz baja. “Mis gritos despiertan a mi hijo. Él sabe todo lo que pasó”.
Miles de desaparecidos
Yo ya había visitado Saidnaya diez días antes. La prisión se encuentra a 30 kilómetros de Damasco, en las montañas peladas de la cordillera del Antilíbano. Nada más salir de Al Tal, aparece en lo alto de una colina que domina la carretera, achaparrada, medio en ruinas, con sus largos muros de aberturas angostas brillando al sol, exhibiendo su crueldad a todos los que pasan por allí en dirección a los pueblos cristianos situados más adelante o al lujoso Sheraton donde Maher el Asad y Asma, la esposa de Bachar, solían venir a celebrar fiestas durante la época dorada del régimen. Más de 30.000 hombres pasaron por esta prisión, y solo 3.000 o 4.000 seguían allí en el momento de su liberación. Los cuerpos de los demás desaparecieron, quemados o enterrados en fosas comunes; todavía no se sabe.
Un puñado de jóvenes soldados vigila ahora la entrada de la prisión, una zona en principio prohibida. Pero no resulta demasiado difícil convencerlos, si uno sabe cómo, de que dejen pasar a un periodista. Uno de esos jóvenes se sube a nuestro vehículo para acompañarnos. La carretera, desde la puerta principal, sigue la curva de la colina, bordeada del lado del valle por un pequeño búnker cada 10 metros. Delante de la entrada, una carcasa blanca se calienta al sol en medio de los agujeros que salpican el aparcamiento, excavados en los días que siguieron a la caída del régimen por equipos que buscaban desesperadamente una supuesta prisión subterránea, la única explicación, a ojos de las familias desesperadas, para los miles de desaparecidos engullidos por este lugar.

Las habitaciones del edificio administrativo, tras la escalera principal, son un caos de papeles manchados, ordenadores rotos y muebles volcados. Hay ropa sucia tirada por el pasillo que conduce desde allí a la rotonda central, desde donde se extienden, en tres plantas, tres largas alas: los bloques de celdas A, B y C. Ismail estuvo detenido justo a la izquierda, en el primer piso, al principio del bloque A. Una escalera de caracol, aislada por un hexágono de barrotes de acero, sube al centro de la rotonda, y en cada piso una pasarela de hormigón, cerrada, une la escalera con cada una de las tres alas: un panóptico idéntico al imaginado por Jeremy Bentham. En la parte superior, donde hay aberturas que dan a los tejados, me dedico a imaginar al arquitecto (según me informan, procedente de la antigua Alemania Oriental) que diseñó este lugar tan meticulosamente concebido para hacer sufrir al ser humano.
Se accede a los bloques a través de una pesada reja que da a un pasillo donde se alinean a la derecha unas puertas de hierro macizo, casi todas abiertas, que aún giran fácilmente sobre sus goznes. En cada celda encuentro un caos indescriptible de mantas, montones de ropa grasienta, restos de palanganas de plástico y, aquí y allá, una prótesis de pierna. Al fondo, en la esquina de la ducha y la letrina, siguen colgados en lo alto unos sacos de plástico llenos de agua, el único medio de asearse aquí. La luz dorada del atardecer se filtra por las rendijas exteriores y se proyecta sobre las geometrías de los pasillos, las rejas y las pesadas puertas. El único ruido que se percibe son nuestros propios pasos resonando sobre el hormigón, acompañados por el piar y el aleteo incesante de los pájaros, únicos habitantes ahora de este lugar.
A lo lejos, en otra planta, percibo unos sollozos discretos: Moawiya, que ha perdido a muchos familiares aquí, llora en silencio mientras graba en vídeo un pasillo. Me alejo y examino los dormitorios de los guardias situados en torno a la rotonda central, con sus camas metálicas, sus sobia (estufas de leña para calentarse), sus tazas de té y sus mantas. El soldado, que pasea arriba y abajo impaciente por marcharse, nos observa en silencio.

El suelo de hormigón del sótano, al igual que el aparcamiento, presenta un sinnúmero de agujeros más o menos profundos. Una escalera en ruinas conduce a un nivel aún más profundo, el de las celdas individuales, sucias, exiguas, sin luz ni ventilación, donde muchos hombres pasaron años, incluso décadas. La mayoría todavía estaban ocupadas cuando se produjo la liberación. Sobre una larga abertura en una pared exterior, que da a la zona de descarga de los recién llegados, una inscripción en árabe proclama: “Qué difícil es vivir sin una ventana a la esperanza”. Las pintadas de los guardias son menos poéticas que las de los reclusos: “Mi polla me dice que solo me quedan 39 días aquí”.
Se hace tarde y el guardia insiste en que abandonemos la prisión. En la colina, frente a algunos edificios abandonados dentro del recinto amurallado, un pastor conduce su rebaño de ovejas entre los arbustos polvorientos. Dejamos al guardia en la entrada y nos dirigimos de nuevo hacia Damasco. Moawiya, perdido en sus pensamientos, permanece en silencio. Por fin, se decide a hablar: “Esta prisión es el fiel reflejo de Siria. Un lugar magnífico, escrupulosamente concebido y construido para joder a la gente; y lo que queda de él tras la revolución es un puñetero desastre, abandonado a los pájaros, custodiado solo por cinco tipos y un beduino con sus ovejas”.
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Alfonso XIII
Pamela Hicks, The Lady Who Danced With The Queen Of England And Meditated With Gandhi: ‘I Am Not A Legend’
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3 hours agoon
June 21, 2025Few people can boast of having been born in the suite of a luxury hotel. Lady Pamela Carmen Louise Hicks, 96, is one of them. The English aristocrat entered the world on April 19, 1929, in a room of the old Ritz hotel in the Spanish city. Her mother, the wealthy heiress Edwina Ashley, went into labor during a vacation in Spain. Her father, Louis Mountbatten, related to almost all the European royal families, called the Royal Palace of Madrid to speak with his cousin, Queen Victoria Eugenie. Alfonso XIII answered the phone.
“I’m going to have a baby!” Lord Mountbatten exclaimed. The king, a notorious womanizer, misunderstood and replied: “Oh, dear Dickie. Don’t worry, I won’t tell anyone.” Mountbatten implored him: “Tell everyone. It’s my wife, Edwina, she’s having the baby.” Half an hour later, a doctor and several members of the royal guard were at the Ritz assisting them.
Such an unusual birth could only be the prelude to an exceptional life. Lady Pamela accompanied her parents to India when they were appointed viceroys. There, she met Gandhi and Jawaharlal Nehru and witnessed firsthand the beginning of the end of the British Empire. Later, she became a lady-in-waiting and confidante to the Queen of England, and finally, married David Hicks, the great decorator of Swinging London.
Now, her daughter, India Hicks, has published Lady Pamela: My Mother’s Extraordinary Years as Daughter to the Viceroy of India, Lady-in-Waiting to the Queen, and Wife of David Hicks, a book that reviews the astonishing biography of this figure — a living legend to royalty insiders, but largely unknown to the general public.
“Having lived a life in the shadow of her extraordinary parents, of Queen Elizabeth and of her husband, I felt it was time to dedicate a book to my mother’s rich and varied life, despite her protests,” explains India Hicks in a video call with EL PAÍS from The Grove, her mother’s Georgian-style home in the Oxfordshire countryside.
“I have never felt in anyone’s shadow. I have deliberately remained in their shadow,” Lady Pamela herself is quick to clarify, sitting very upright on one of the sofas in one of the small rooms of her mansion, surrounded by paintings and family photographs.

The nonagenarian aristocrat rarely gives interviews nowadays, but she makes an exception because it’s about the book her daughter dedicated to her. She enjoys robust health and an elephantine memory.
“Do you know that Alfonso XIII was my godfather at my christening? When the king was dethroned, he came to England to spend some time with my parents. Shortly after, my father was given a post in the Navy outside the United Kingdom and said to him: ‘Alfonso, I’m sorry, but I’m being sent abroad.’ The king replied: ‘When are we leaving?’ So he went with him.”
Lady Pamela recalls countless amusing anecdotes like this one. She says she was named Carmen in honor of her Spanish godmother, the Duchess of Peñaranda. She never met her but knows well that she scandalized the prudish Spain of the time with her romance with the bullfighter Cagancho. When asked if she still keeps in touch with the Bourbons, there is a long pause. Her daughter answers for her: “We see them from time to time at big family gatherings, like the funerals of Prince Philip or Queen Elizabeth.”
In 1940, at just 11 years old, the Mountbattens sent their daughter Pamela to the United States to protect her from the bombs of World War II. While Londoners endured the fury of the Nazi Blitz, she and her sister enjoyed the last glimmers of the Gilded Age in the New York mansion of millionaire Grace Vanderbilt.
Mrs. Vanderbilt, known as a social climber obsessed with European royalty, liked to boast that she knew everyone. “At one of their lunches, a gentleman left early because he had a play. ‘I’m going to see Hamlet,’ he announced. Mrs. Vanderbilt replied, ‘Oh, I know his father very well. Give him my love,’” Lady Pamela recalled during her conversation with EL PAÍS.
“On another occasion,” continued Lady Pamela, “she thought it would be good for our education to take us out of school to show us how she had set the table for a visit from Lord Halifax, the British Foreign Secretary. She took us out of class just for that. When my mother found out, she was furious.”

In 1941, Winston Churchill tasked Lord Mountbatten, Pamela’s father, with the initial planning of the Normandy landings, and in 1943 entrusted him with the Allied command in Southeast Asia. In 1947, after expelling the Japanese from Burma and Singapore, Mountbatten succeeded Lord Wavell as the last Viceroy of India to oversee the process of transferring power and granting independence to British India, along with its partition into the states of India and Pakistan.
At 17, Lady Pamela meditated with Mahatma Gandhi and affectionately called him Gandhiji. Her face lights up when she says his name. “I loved him. I loved Gandhi. Everyone loved him,” she says. “His mere presence was enough to stop a protest. He only owned one possession — a carving of the three wise monkeys. Did you know that? Poor thing, it was stolen from him on a train… the only thing he had.”
Pamela Hicks’ parents had an open marriage. Lord Mountbatten was involved with French socialite Yola Letellier, and Lady Mountbatten had an undefinable relationship with Jawaharlal Nehru, India’s first prime minister. According to Lady Pamela, her mother’s bond with Nehru was always platonic. “It was not a sexual relationship, but every bit as deep,” she told Vanity Fair in 2013. “My mother is very open-minded. Mom, aren’t you open-minded?” India asks. “About what?” the aristocrat replies. “About life.” “Of course!” she replies.
She was one of the first to know that Princess Elizabeth, the future Queen of England, was in love with her cousin, Philip Mountbatten. “She didn’t need to tell me anything. I knew her very well,” she says. Some courtiers disapproved of the match between a Windsor and a Greek prince with no throne, no kingdom, no money, and German ancestry. She, however, was delighted. It’s often said that the Queen’s motto was “Never complain, never explain.” Lady Pamela isn’t so sure. “Was it? I suppose…” So, what was Elizabeth II like? “She had a great sense of humor. She was very good at doing impressions. Being with her was always pleasant.”

The Queen chose her as one of her bridesmaids for her wedding and later appointed her lady-in-waiting. After marrying the Duke of Edinburgh, she asked her to accompany them on a long tour of the Commonwealth countries. The aristocrat wasn’t thrilled about the idea, but eventually agreed. “My mother always says that service and duty come above all else. Those are two words you don’t hear much anymore,” notes India.
That trip, which was supposed to last six months, ended abruptly in Kenya on February 6, 1952. Lady Pamela was there when Elizabeth was informed of the death of her father, King George VI, at the age of 56. She hugged her, but immediately thought, “My God, she’s the Queen now!” Then she gave her a deep curtsy. “I remember she apologized to all of us for having to return early to England. That was just like her — always thinking of others first.”
She attended the monarch’s coronation at Westminster Abbey and witnessed the only moment that wasn’t televised — the anointing. They remained close until the end. Lady Pamela attended Queen Elizabeth II’s funeral in a wheelchair in September 2022.
“It was the end of an era, but with King Charles, a new one has begun,” she says. The aristocrat seems immovable, unshakable. She admits she never looks back. “I’ve learned to live one day at a time,” she says.
In 1979, her father was killed by the IRA. She says she forgave the Irish terrorist organization long ago. “Resilience — that’s what I admire most about my mother,” says India. “She comes from a family of enormous privilege, but that doesn’t mean she hasn’t faced tragedy and hardship. She’s overcome so much. She always says, ‘Face the sun and let the shadows fall behind you.’”

In January 1960, she married decorator David Hicks, a superstar of the Swinging Sixties. From the sitting room where she speaks with EL PAÍS — and where she spends her days reading — you can see the regal garden designed by her husband. Does the future of Europe worry her? “The world has always been unbalanced,” she replies. Does she feel nostalgia for the empire? “I don’t feel nostalgia for the past, I’m far too busy reading my books.”
When India Hicks is asked when she realized her mother was a legend, Lady Pamela answers before her daughter can: “I’m not a legend.” That’s what India admires most about her mother — her ability to downplay herself. “She’s always been very good at keeping our lives grounded. When it was announced that I was going to be a bridesmaid at Charles and Diana’s wedding, letters from all over the country and the world started arriving at our house. After the event, Mom said to me, ‘Now you have to go back to your normal life.’ She didn’t want me to feel special or different. She sent me straight back to boarding school.”
At nearly 97, Lady Pamela has witnessed much of the 20th century from the front row, and has known — and buried — some of its major figures. Does she feel like the last of her kind? “Mum, let me answer that,” India pleads. “She’s going to tell you no — but I think she is.”
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Cumbres internacionales
Trump Advierte De Que La OTAN “tendrá Que Lidiar Con España” Sobre El Gasto En Defensa
Published
10 hours agoon
June 20, 2025
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha acusado a España este viernes de ser “un país famoso por su poca contribución” al gasto común de Defensa. Las declaraciones de Trump llegan apenas un día después de que la Casa Blanca exigiera que todos los miembros europeos de la OTAN, incluida España, deban llegar al 5% de su PIB en gasto militar. El republicano también ha asegurado que la OTAN “tendrá que lidiar” con España si Madrid rechaza llegar a los mismos niveles que el resto de los aliados en su inversión en gasto militar.
En sus declaraciones a su llegada a su club de golf en Bedminster (Nueva Jersey), el presidente estadounidense ha dejado claro su descontento con España y el rechazo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a asumir ese nivel de gasto. “España ha pagado muy poco. Siempre ha pagado muy poco. O eran muy buenos negociadores, o no estaban haciendo lo correcto”.
“España tiene que pagar lo mismo que todo el mundo. España ha sido famosa por su poca contribución” al gasto común, agregaba el presidente estadounidense, en una queja que extendía también al vecino Canadá, otro de los miembros de la OTAN que más se ha retrasado en alcanzar la meta actual, del 2% del PIB en defensa.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, considera que el objetivo del 5% “no es razonable y es contraproducente”. Sánchez se había expresado así en la respuesta enviada a una carta del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, en vísperas de la cumbre de la Alianza la próxima semana en La Haya. El ex primer ministro holandés propone en su misiva a los aliados la inversión del 5% en seguridad y defensa, pese a que ni uno solo de los países miembros de la organización llega actualmente a ese nivel de gasto.
Aunque Trump exige esa inversión al resto de los miembros de la OTAN, descarta elevar el gasto militar estadounidense, superior a los 800.000 millones de dólares anuales, a ese umbral del 5%, al considerar que Washington ya ha contribuido históricamente más que suficiente a la defensa común de la Alianza.
“No pienso que nosotros tengamos que hacerlo, pero ellos sí. Nosotros hemos estado gastando, hemos estado apoyando a la OTAN durante mucho tiempo, en muchos casos pagando, creo, casi el 100% del coste. Así que no creo que nosotros tengamos que hacerlo, pero el resto de países de la OTAN sí, absolutamente”, declaraba el presidente estadounidense.
Trump tiene previsto viajar desde Washington el lunes para participar en la cumbre de la OTAN que se celebrará los próximos 24 y 25 de junio en La Haya (Holanda), según ha confirmado su portavoz. En esa cita los aliados abordarán cuestiones fundamentales para el futuro de la organización: además del reparto equitativo de la carga defensiva, tratarán sobre la guerra en Ucrania o las negociaciones para evitar que la crisis entre Irán e Israel desencadene un conflicto de consecuencias imprevisibles. Trump se plantea bombardear Irán si las negociaciones actualmente en marcha no arrojan el fruto que él desea: la renuncia completa de Teherán a procesar uranio.
Groenlandia
Entre bambalinas también están pendientes en los márgenes de la cumbre asuntos como las aspiraciones del presidente estadounidense a hacerse con el control de Groenlandia, la isla ártica bajo soberanía danesa.
El presidente estadounidense se había marchado precipitadamente de la cumbre del Grupo de los Siete, de economías desarrolladas, que se celebraba en Kananaskis (Canadá) esta semana, ante la escalada en las tensiones en Oriente Próximo ante los intercambios de fuego entre Irán e Israel.
Durante su primer mandato, Trump había exigido a los europeos que cumplieran la meta de gasto del 2% que se habían fijado en la cumbre de Gales, en 2014. Pero ya antes de su regreso a la Casa Blanca este enero comenzó a demandar que esa cifra se elevara al 5%, con el argumento de que los europeos deben hacer más para contribuir a su propia defensa.
En el caso de España, alcanzar ese umbral de gasto militar representaría más de 80.000 millones de euros anuales. Pero el rechazo de Sánchez a aceptar ese desembolso amenaza con generar fuertes tensiones en una cumbre de la OTAN que será la primera de la Alianza a la que asista el impredecible presidente estadounidense desde su regreso a la Casa Blanca.
“Hay muchas políticas diferentes que emergen en vísperas de esta cumbre que en general apuntan a que todo el mundo va a intentar comportarse bien. Pero existe potencial para una verdadera división y un estallido”, opina Max Bergmann, analista de asuntos europeos del think tank Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS) en Washington.
Atletas
Moha Attaoui Gana En París Y Asciende Un Escalón Más En La Jerarquía Del Atletismo Mundial
Published
10 hours agoon
June 20, 2025
Moha Attaoui corre los 800m como uno que descubre cosas nuevas de su cuerpo y su talento cada carrera, y al tiempo que se sorprende a sí mismo sorprende a todos sus rivales, y emociona a los aficionados, que se ponen de pie y le saludan fascinados por su velocidad final después de una última recta acelerando por el interior y superando en los últimos metros a Josh Hoey, la nueva sensación americana, que corre braceando, casi como alguien reclamando oxígeno en cada brazada. “En algún momento, no estaba muy seguro de si íbamos demasiado rápido o no, pero al final corrí mi propia carrera, como siempre intento hacer, sin fijarme demasiado en lo que hacían los demás”, dice el mediofondista cántabro después de imponerse en la Diamond League de París con unos magníficos 1m 42,73s, la cuarta vez que el plusmarquista nacional (1m 42,04s) desciende en su vida de 1m 43s. “Ha sido una carrera brutal”
Es la primera victoria en la Diamond League de un atleta español esta temporada, la más importante en la carrera de Attaoui, quien, a los 23 años de edad, asciende un escalón más en la jerarquía del mediofondo mundial. Dentro de una semana, Attaoui, que reparte el año entrenándose entre St Moritz, Sierra Nevada, Sudáfrica y Castellón a las órdenes del alemán Thomas Dreissigacker, liderará en Madrid al equipo español que aspira al podio en los Europeos por selecciones.
“Al pasar los primeros 400 metros, sentía que íbamos muy rápido. Los que salieron con demasiada fuerza lo pagaron al final”, prosigue en su análisis Attaoui de una prueba en la que la liebre pasó los 400m en 49,15s, 13 centésimas más rápido que el tiempo de paso de David Rusdisha cuando dejó en Londres 2012 el récord del mundo en 1m 40,91s. Attaoui, uno que cuando hace un año pasaba a 50s los 400m, una velocidad ya considerable, decía que ni se enteraba de que iba tan rápido, pues esa clase tiene, está preparado para en vez de hundirse en la última vuelta, ser capaz de acelerar, como si los 50s fueran su rampa de lanzamiento. “La carga de entrenamiento este año está siendo superparecida a la del año pasado, aunque en semanas de carga aumentamos un poco más”, explica de unos entrenamientos pensados, sobre todo, en fortalecer sus últimos 300m, en llegar fuerte a la fase decisiva, aquella en la que su velocidad más daño hace a los rivales. “De hecho, hasta hace nada, en St. Moritz seguía haciendo sobre 120-140km a la semana. Ahora, en tiempo de competición, bajamos mucho y ya más adelante en julio-agosto serán sobre 90-100km, pero todo más específico para ir afinando cada vez más”.
La frescura que le proporcionan los buenos entrenamientos se traduce en frescura, en velocidad mental a la hora de tomar decisiones en los momentos críticos. ¿Remonto por fuera siguiendo al francés Tual o me quedo por el interior, por la cuerda? Attaoui lo ve claro a falta de 300m. La cuerda, la cuerda. Sabe que las aguas de la carrera se abrirán a su paso. Lo intuye. Se arriesga. “Aproveché todos los huecos por el interior, porque sabía que el pelotón se dispersaría un poco hacia el final. Fui lo suficientemente inteligente como para mantenerme por dentro y darlo todo para llegar el primero. A pesar de la dureza, corrí mi propia carrera, tal y como habíamos acordado mi entrenador y yo”, sentencia el mejor español de la reunión cuando cae la noche en el estadio de Charléty.
En los 110m vallas, Quique Llopis, cuarto en los Juegos de París, logró en la semifinal (13,16s) su mejor marca de un año marcado por la gastroenteritis que le privó de competir en la Golden Gala de Roma. Sus efectos debilitantes se notaron en la final, en la que fue octavo (13,32s).
Aún brillaba el sol de canícula en el pequeño estadio parisino cuando se disputaron los 3.000m obstáculos, que tuvieron un ganador emotivo y sentimental en el plusmarquista mundial Lamecha Girma. El etíope volvía a competir, y lo hacía en París, 10 meses después del accidente que sufrió en la final olímpica al tropezar con una valla. Sufrió una fuerte conmoción cerebral y lesiones que la tuvieron mermado semanas. “Hoy es un gran día para mí, especialmente después de los Juegos Olímpicos de París. Es un logro muy grande, así que estoy muy feliz. Al principio tenía un poco de miedo al empezar la carrera. Las piernas no me daban muchos problemas, pero estaba un poco asustado mentalmente”, dice Girma, que se impuso con un tiempo de 8m 7,1s en una prueba en la que los españoles Alejandro Quijada (8m 24,39s) y Víctor Ruiz (8m 25,41s) fueron 10º y 12º, respectivamente. “Ahora que ha terminado la carrera me siento mucho mejor”.
El público local la gozó sobre todo con el 1.500m, una carrera en la que los seis primeros bajaron de 3m 30s, y los 13 primeros, de 3m 32s, y en la que el ganador Azzedine Habz batió el récord de Francia con 3m 27,49s, sexta mejor marca mundial de la historia.
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